Faltaba tan sólo un día para que Elijanold empezara la escuela y todavía no había terminado su sombrero puntiagudo de duende. Era tradición en los duendes-niños que el primer día de clase lo llevasen puesto después de haberlo creado cuidadosamente entre sus propias y delicadas manitas, una vez creado tenían que elegir un color para pintarlo.
El sombrero, en el Reino de los Duendes y de las Hadas, simboliza que empieza un nuevo curso en el ciclo de sus vidas, una nueva y prometedora etapa de diversión llena de crecimiento e ilusión.
Elijanold tenía un problema ya que no se decidía por ningún color en especial pues sus colores preferidos eran muchos, el rojo, el naranja, el amarillo, el verde, el azul, el violeta y también el blanco. Cada día se vestía intercambiando esos colores según sentía, por ejemplo, un día le apetecía ir de rojo y amarillo y al día siguiente prefería vestirse de violeta y azul.
Nuestro querido Duende se encontraba ante una decisión muy importante porque bien sabía que portaría el sombrero durante todo su primer año en la escuela y le parecía muy aburrido llevarlo siempre de un mismo color, él tenía siete colores preferidos no sólo uno. Finalmente optó por visitar a su sabio amigo, el Búho Casimiro ¡Quién mejor que él para darle consejo!
El Búho Casimiro atendía a sus pacientes bajo el Gran Roble, según cuenta la leyenda ese majestuoso árbol tiene poderes curativos y todos aquellos que se posan bajo sus grandes ramas son bendecidos con la Protección de la Sombra del Roble.
Casimiro, en esos momentos, estaba atendiendo a un pato muy despistado que había perdido sus mapas de vuelo perdiendo así el rumbo por las alturas celestes. Cuando Elijanold llegó, estaba impaciente, iba dando pequeños saltitos intentando captar la atención de su amigo. Casimiro terminó pronto con la consulta y el pato silvestre pudo reanudar el vuelo hacia lo más alto para regresar con su familia de patitos.
A pesar de los insistentes saltitos de nuestro querido duende, el Sabio Búho no lo había visto, lo cual no fue ninguna sorpresa ya que era por todos sabido que veía tan poco tan poco… que en lugar de ir volando tenía que ir andando para no tener accidentes y chocar con los troncos de los árboles.
-¡Yujuu!- Dijo Elijanold levantando la voz y sacudiendo las manitas en un segundo intento de ser visto.
- Oh, qué sorpresa tan grata que estés aquí querido pequeñuelo. Dime… ¿Has venido a pedirme otra vez una de mis plumas para hacer flechas?
- ¡No, esta vez no! Estoy aquí porque tengo una duda y vengo a pedirte consejo. Verás… mañana es mi primer día de clase y tengo que crear mi propio sombrero… y… el problema es que… tengo que elegir un solo color, a mí me gusta el rojo de la manzana, el naranja del atardecer, el amarillo del sol, el verde de la hierba, el azul del mar, el violeta de los ojos de mi madre y el blanco de las estrellas en el cielo-dijo contando con sus deditos los colores-. No deseo renunciar a ninguno de esos colores… ¿Tienes algún consejo para mí?...
Casimiro se frotó la barbilla mientras dirigía su mirada hacia la inmensidad del horizonte y dijo:
- Mmm…Escucha Elijanold… ¿Tú sabes por qué cada alumno tiene que hacer su propio sombrero de duende y elegir su color?...
- No - Contestó el duendecillo con los ojitos chispeantes de intriga e interés.
- ¡Bien, te lo explicaré! Para los duendes llevar sombrero indica que ya tienes edad para ir a la escuela, por otro lado, el color del sombrero es algo que cada duende elige. Las cosas que amas, que te agradan, son un reflejo de quien eres así como las cosas que te disgustan también son un reflejo de ti. Las cosas que no te dicen ni fu ni fa no tienen nada que ver contigo, por eso es importante que elijas lo que elijas sea lo que a ti te gusta, lo que tú amas pues estamos hablando de ti y eso siempre es y será importante.
- Oh… Entonces… ¿Quieres decir que si elijo solo un color estaré diciendo muy poco de mí ya que me gustan más colores?
- ¡Ajá, exacto! - contestó Casimiro - Haz lo que te haga sentir bien contigo mismo, pequeñín.
Y así fue como Elijanold eligió para colorear su sombrero, el rojo de la manzana, el naranja del atardecer, el amarillo del sol, el verde de la hierba, el azul del mar, el violeta de los ojos de su madre y el blanco de las estrellas en el cielo. Ahora tenía que usar sus poderes de duende para crear su sombrero.
Los duendes tienen el poder de crear todo aquello que desean y para lograrlo necesitan seguir tres pasos:
El primero y el más importante es el Amor ya que sin Amor nada puede existir durante mucho tiempo. Los duendes sólo pueden crear aquello que aman profundamente, aman la naturaleza, las flores, las setas, las piedras y a todos los animales de los inmensos bosques. En su Reino, las flores anidan por todas partes arrojando al aire deliciosos perfumes que alegran los corazones, los árboles son multicolores y todos poseen deliciosa fruta al alcance de cualquiera. Todo ello existe porque hay mucho Amor y los duendes conocen ese secreto: Amar lo que deseas, es el primer paso.
El segundo es la Paciencia. Todas las cosas necesitan su tiempo. Las hadas y los duendes saben que su responsabilidad es elegir lo que desean pero permiten que todo suceda en el momento idóneo. Ceden la elección del momento a lo que ellos llaman, la Gran Mano.
La Gran Mano es una mano muy…muuuuy… grande que tiene en ella todas las cosas que pueden existir y cuando un duende quiere crear algo ella, en su debido momento, suelta lo que el duende desea intensamente y así empieza a existir en el Reino. Es por eso que los duendes no se angustian cuando las cosas tardan en suceder, ellos simplemente se ocupan de no estar aburridos mientras esperan.
El tercer paso y no menos importante es el Compromiso. Normalmente cuando deseamos algo aparece algún tipo de obstáculo que puede distraernos o alejarnos momentáneamente de nuestro objetivo, cuando eso sucede los duendes aceptan el desafío divertidos y muy sonrientes.
Cuando desean crear algo se comprometen con ello y persisten en su intención de seguir creándolo hasta que se manifiesta. Los duendes escuchan siempre a su corazón al que llaman la “Brújula de la Verdad” y son absolutamente leales a su brújula pues sin ella saben, con gran certeza, que estarían completamente perdidos.
Elijanold se sentó debajo de su encina preferida y recordó los tres pasos para crear el sombrero: Amar, Ser Paciente y Comprometerse. Así que empezó amando su sombrero, ahora sabía que el sombrero y sus colores eran el reflejo de sí mismo pues todo lo que te agrada forma parte de ti. Se imaginaba feliz con su sombrero, corriendo, saltando y escondiéndose entre las ramitas de los árboles.
Aunque todavía la Gran Mano no había soltado el sombrero sí que se podía ver un pequeño resplandor de luz blanca encima de su cabecita, eso sucedía siempre antes de que algo fuera entregado por la Gran Mano.
Justo en ese momento, la pandilla traviesa apareció, eran un grupo de duendes verdes que cabalgaban risueños encima de las ardillas, se pasaban el día jugando y revoloteando por el bosque, cuando vieron a Elijanold le invitaron a acompañarles de excursión a las Cataratas Colmillo, un lugar dónde hay rocas afiladas que sobresalen del agua y por ello le dieron ese peculiar nombre.
Elijanold tenía ganas de ir de aventuras pero, recordó que el tercer paso para crear es el Compromiso así que… declinó la oferta prometiéndoles que cuando terminara su creación iría sin dudarlo a jugar con ellos. Aunque nuestro querido duendecillo podía haber ido de excursión sintió que prefería terminar su pequeña-gran obra, así que siguió toda la tarde imaginándolo, dándole forma en su mente. Hubo momentos en los que se enfadaba un poco por no tener todavía su sombrero y se preguntaba… ¿Cómo es que la Gran Mano todavía no lo suelta?... Y esos pensamientos lo inquietaban un poco pero como sabía que la Paciencia era el segundo paso para crear decidió que todo sucede en el momento apropiado si uno sabe esperar ocupándose sólo de lo que sucede en el Sorprendente Presente.
Se concentró observando el viento que hacía bailar las ramas de los árboles, en el canto alegre de los pajarillos y en lo bien que le quedaría su sombrero multicolor en ese preciso instante.
Fue entonces cuando de repente se escucho “Zasss” Y el sombrero apareció encima de su cabecita. ¡Era tal y como lo había imaginado! Con una sonrisa de oreja a oreja le dio las gracias a la Gran Mano por soltar su sombrero y también se acordó de felicitarse a sí mismo por la gran labor hecha.
…Y colorín colorado… ¡Este sombrero ha sido creado!...
Publicado por Pedro Puig Moya
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domingo, 7 de febrero de 2010
El Sombrero de Elijanold, un Duende de tercera Generación
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1 comentarios:
Hola si deseáis leer más cuentos de Elijanold podéis visitar http://elijanold.blogspot.com/
Autores: Pere Puig Moya y Judit Sanjuan Rodríguez
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