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viernes, 26 de febrero de 2010

VENTANAS DE MANHATTAN de Antonio Muñoz Molina


Gracias a este libro acabo de estar de vacaciones en Manhattan.
No conozco Nueva York, nunca he viajado a EEUU, pero todos los detalles que relata el autor sobre la llegada a esta ciudad reflejan una realidad, consigue con sus descripciones asomarme a las muchas ventanas de Manhattan y hacerme sentir que he viajado por esta ciudad.

Es una ciudad que está cambiando siempre, no hay nada que permanezca.

Hace muchas referencias al 11 S. “Así quien vivió en Manhattan en aquellos días y en las semanas y meses que siguieron se volvía consciente de la frontera tan estrecha que discurre entre la normalidad y el desastre”

Me he asomado a los grandes ventanales abiertos al cielo de Manhattan: : los de Hopper, Hitchcock y William Irish.

“Cómo distinguir la verdad de la mentira en una ciudad donde las dos parecen igual de inverosímiles”

“En Nueva York el tránsito de la belleza a la desolación sucede siempre expeditivamente”

“La ciudad a la que viajas de regreso no es la misma si cuando llegues habrá alguien esperándote en ella”

“Hay lugares de la ciudad que uno descubre por sí mismo en sus caminatas solitarias y otros que le son revelados como un regalo generoso de la amistad o el amor”
“Las canciones no hablan de quien las ha compuesto y ni siquiera del que está tocándolas sino de quien las escucha, de quien se reconoció en una de ellas nada más descubrirla y se vio comprendido y explicado por la forma pura de la melodía”
“Hay dibujos y fotografías que pueden apresar un instante, pero no existe una literatura que pueda contar con plenitud toda la riqueza de un solo minuto”

Contraportada:

«Me gustaría acordarme de cada una de mis caminatas y de todas las ventanas a las que me he ido asomando en Manhattan…» Con este propósito, Antonio Muñoz Molina en primera persona, escritor y personaje a un tiempo, visita en estas páginas los rincones más personales de Nueva York. Se convierte así en observador cómplice de una realidad próxima a la ficción que configura nuestro imaginario vital y cultural.

Fruto de sus prolongadas estancias a lo largo de varios años, este libro es un canto apasionado a la ciudad de contrastes por antonomasia.

Nueva York esconde tantas caras como ventanas exhibe: las de los decorados de los musicales de Broadway, las de los edificios iluminados del otro lado de Central Park, las que cayeron con las Torres Gemelas aquel 11 de septiembre, las tachadas con tablones en el reverso sombrío del Bronx o de Harlem.

La ventana es el marco de una pintura de Hopper, una acuarela de Katz, la presencia ausente en una película de Hitchcock o la literatura de Cheever, el eco del jazz de Duke Ellington o John Coltrane.

Como Ardor guerrero y Sefarad, este libro participa a la vez de la novela y del relato de hechos reales: lo que predomina en él es, por una parte, la naturaleza envolvente de un estilo tan sugerente y un timbre de voz tan personal como los que han venido caracterizando al autor desde sus inicios, llevados aquí a una desplegada y soberana madurez, y, por otra parte, una actitud ética y estética ante la pesadilla y maravilla de la gran ciudad que, en la línea del Lorca de Poeta en Nueva York, construye con material verídico una alucinación y una compleja fábula moral.



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