Existe una leyenda, que tomó cuerpo a partir de 1955, aunque en la época de la Guerra Civil ya se hablaba de ello, en la que se afirma que unos canteros descubrieron por azar unos enterramientos megalíticos, en el monte Murviedro, situado en las cercanías del Castillo, en los que se habían visto huesos gigantescos de unos seis o siete individuos, que alcanzaban más de cuatro metros de longitud y cuyos cráneos, prolongados y enormes, en nada se parecían a los normales.
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lunes, 7 de junio de 2010
martes, 25 de mayo de 2010
La leyenda de la isla de Benidorm y fotos
Quien conoce Benidorm sabe que en la playa de levante hacen monumentos de arena que son verdaderas obras de arte y son admiradas y fotografiadas por millones de visitantes.
Hace unos dias me pare a fotografiar uno de estos monumentos en el que en un gran cartel se leía (Leyenda de la isla de Benidorm) los visitantes se preguntaban cual seria la leyenda y nadie les sabia responder.
No se ni como fue ni como se me ocurrió pero de pronto me vi rodeado de un montón de gente y yo contándoles la leyenda de la isla, al final todos quedaron contemos y yo me sentía como Carreras al acabar de cantar el brindis de la travista.

Más o menos esta es la historia que les conté.
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Hace unos dias me pare a fotografiar uno de estos monumentos en el que en un gran cartel se leía (Leyenda de la isla de Benidorm) los visitantes se preguntaban cual seria la leyenda y nadie les sabia responder.
No se ni como fue ni como se me ocurrió pero de pronto me vi rodeado de un montón de gente y yo contándoles la leyenda de la isla, al final todos quedaron contemos y yo me sentía como Carreras al acabar de cantar el brindis de la travista.
Más o menos esta es la historia que les conté.
viernes, 25 de septiembre de 2009
Los jentilak ("gigantes")

Por otro lado, los jentilak ("gigantes") eran un pueblo legendario de la Edad de Piedra que vivía en las tierras altas y que no conocía el hierro. Muchas leyendas dicen que eran muy grandes y muy fuertes, pero que fueron desplazados por los ferrones, o herreros, hasta su total desaparición. Eran paganos, pero uno de ellos, Olentzero, supo de la llegada de Jesucristo y fue a dar la buena nueva a todos los habitantes de Euskadi; pues con este nacimiento todos los seres mitológicos antes descritos desaparecerían para siempre.
Olentzero, después de encerrar a los demas jentiles en una cueva, marchó a dar la noticia.
Despues de eso la tradición cristiana lo ha convertido en carbonero y trae carbón a los niños malos por Navidad y regalos a los buenos en el País Vasco, Navarra y los territorios vascofranceses.
Todos estos seres mitológicos son la base de muchos topónimos, como Jentilbaratza.
Es de destacar que figuras similares pueden encontrarse en las mitologías de todo el área cantábrica y en Galicia, donde también se habla de mouros, mouras, bueyes que guardan las cuevas y xentis (gentiles).
Asímismo destaca la figura de una misteriosa Raiña Lupa o Reina Loba, que aparece como el ama de las tierras donde se instala el sepulcro del Apostol Santiago, lo cual nos reconduce a la idea de la diosa como encarnación del territorio.
Rastros del mismo sistema de creencias se pueden rastrear por todo el área mediterránea y Atlántica Europea, lo cual podría apuntar a un origen neolítico de tales creencias, anterior incluso a la llegada de los indoeuropeos, como indican las semejanzas entre las versiones vascas y las de zonas. Leer más...
jueves, 24 de septiembre de 2009
Ojancos (Gigantes ciclópeos)
La DRAE recoge este término como un adjetivo aumentativo y despectivo, como sinónimo de “Cíclope”. J . M. de Barandiarán relaciona al ser mítico de un solo ojo, con los ogros o gigantes que aparece en cuentos castellanos como “El ojanco” y otros nombres parecidos. Estos cíclopes castellanos, también conocidos como “ojarancos” “ujancos” o “ojaranquillos”, se les representan como una especie de seres simiescos de barbas tan ásperas como cerdas de jabalí que le llegaban a las rodillas y así le tapaban el cuerpo, pues solía ir desnudo.
Su peculiaridad era tener dos filas de dientes y un único ojo brillante que le ocupaba casi toda la zona frontal (y en algunos relatos populares se atribuyen además dos cuernos). Era ágil como las águilas y con una extremada fuerza.
Habitan en montañas, cuevas, posadas o castillos. Suelen disponer de rebaños (pastores, como en La Odisea) o de un ejército y servidores coaccionados, y les gusta de la carne humana.
El mito está emparentado con sus “primos”, el Xigante gallego y el Patarico asturiano, junto a su “hermano” cántabro el Ojáncanu.
Estos seres han sido recogidos no solo en leyendas, como ejemplo La cueva de los gigantones en Alcalá de Henares (Madrid) o El Gigante del Valle Estrecho en San Martín de los Herreros (Palencia).
También en los cuentos populares castellanos [“Cuentos castellanos de tradición oral” (1983), “Cuentos populares de Castilla” (1946)] como también en relatos de escritores eruditos como Luis Vélez de Guevara en “El caballero del Sol” (1617).
Mencionándose también en la obra de Fray Benito Jerónimo Feijoo, “Teatro crítico universal, tomo segundo” (1728) en contra de las supersticiones populares de la siguiente manera: "Ya se sabe que en ninguna parte de la Tierra hay Pigmeos, ni Ojancos, ni Hipógrifos, ni hombres con cabezas caninas, ni otros con los ojos en el pecho, ni aquellos de pie tan grande, que con él hacen sombra a todo el cuerpo, u otras monstruosidades semejantes."
Además, se conoce de su versión femenina, como la Ojáncana o en Piedrabuena (Ciudad Real) denominada la Ojanca. Ésta, era usada para asustar a los niños, cuyo nombre explicaban los lugareños en razón de que tenía un ojo muy grande.
En la provincia de Jaén se halla el municipio de Arroyo del Ojanco. Leer más...
Su peculiaridad era tener dos filas de dientes y un único ojo brillante que le ocupaba casi toda la zona frontal (y en algunos relatos populares se atribuyen además dos cuernos). Era ágil como las águilas y con una extremada fuerza.
Habitan en montañas, cuevas, posadas o castillos. Suelen disponer de rebaños (pastores, como en La Odisea) o de un ejército y servidores coaccionados, y les gusta de la carne humana.
El mito está emparentado con sus “primos”, el Xigante gallego y el Patarico asturiano, junto a su “hermano” cántabro el Ojáncanu.
Estos seres han sido recogidos no solo en leyendas, como ejemplo La cueva de los gigantones en Alcalá de Henares (Madrid) o El Gigante del Valle Estrecho en San Martín de los Herreros (Palencia).
También en los cuentos populares castellanos [“Cuentos castellanos de tradición oral” (1983), “Cuentos populares de Castilla” (1946)] como también en relatos de escritores eruditos como Luis Vélez de Guevara en “El caballero del Sol” (1617).
Mencionándose también en la obra de Fray Benito Jerónimo Feijoo, “Teatro crítico universal, tomo segundo” (1728) en contra de las supersticiones populares de la siguiente manera: "Ya se sabe que en ninguna parte de la Tierra hay Pigmeos, ni Ojancos, ni Hipógrifos, ni hombres con cabezas caninas, ni otros con los ojos en el pecho, ni aquellos de pie tan grande, que con él hacen sombra a todo el cuerpo, u otras monstruosidades semejantes."
Además, se conoce de su versión femenina, como la Ojáncana o en Piedrabuena (Ciudad Real) denominada la Ojanca. Ésta, era usada para asustar a los niños, cuyo nombre explicaban los lugareños en razón de que tenía un ojo muy grande.
En la provincia de Jaén se halla el municipio de Arroyo del Ojanco. Leer más...
Gigantes con un solo ojo Cíclopes

Primera generación
Grabado de Erasmus Francisci zu Nürnberg (1627-1680), en el que aparece un cíclope.
Los Cíclopes de la primera generación eran hijos de Urano y Gea, y conocidos artesanos y constructores. Eran gigantes con un solo ojo en mitad de la frente y un temperamento horrible. Según Hesíodo eran fuertes, testarudos, y de «bruscas emociones».
Eventualmente sus nombres llegaron a ser sinónimo de fuerza y poder, y se usaban para referirse a armas especialmente bien manufacturadas.
Fueron tres: Brontes, Estéropes y Arges (aunque algunas fuentes cambian a Arges por Acmónides o Piracmón). Había también otros cuatro llamados Euríalo, Elatreo, Traquio y Halimedes, que presumiblemente eran hijos de los tres primeros.
Urano temía su fuerza y les encerró en el Tártaro. Más tarde Crono, otro hijo de Urano y Gea, liberó a los Cíclopes, junto con los Hecatónquiros y los Gigantes.
Le ayudaron a derrocar y castrar a Urano, pero Crono les volvió a encarcelar en Tártaro, donde permanecieron, guardados por Campe, hasta que Zeus los liberó.
Forjaron rayos para que Zeus los usase como arma y le ayudaron en la guerra para derrocar a Crono y a los otros Titanes (Titanomaquia).
Los rayos que se convirtieron en el arma predilecta de Zeus fueron forjados por los tres Cíclopes: Arges ponía el brillo, Brontes el trueno, y Estéropes el relámpago.
Esta primera generación de Cíclopes también creó un tridente que producía terremotos para Poseidón, el arco y las flechas de Artemisa, y el casco de invisibilidad que Hades le dio a Perseo en su búsqueda para matar a Medusa.
Ayudaron a Hefesto y se dice que construyeron el primer altar, así como las murallas y fortificaciones de Tirinto y Micenas en el Peloponeso, entre otras.
Los ruidos que surgían del corazón de los volcanes se atribuían a sus operaciones.
Se cuenta posteriormente que fue Apolo quien mató a los Cíclopes, después de que Zeus matase a su hijo, Asclepio, con un rayo forjado por ellos.
Aunque puede suponerse que estos cíclopes eran inmortales, por lo que quizá los cíclopes que Apolo mató fuesen sus hijos.
Segunda generación [editar]
La segunda generación de Cíclopes fue una primitiva tribu de enormes monstruos de un solo ojo descubierta por Odiseo en una remota isla (en ocasiones identificada con Hesperia).
Se decía que estaban estrechamente relacionados con los Gigantes y con una tribu fenicia (los Phaiakai) surgidos de las gotas de sangre que cayeron sobre Gea (la tierra) cuando Urano fue castrado.
Sin embargo, el cíclope más conocido de esta generación era un hijo de Poseidón y la ninfa Toosa llamado Polifemo.
Otro de los cíclopes de la segunda generación fue Telemo, un vidente.
Orígenes [editar]
Dada su inclinación por la herrería, muchos estudiosos creen que la leyenda de los Cíclopes surgió de la práctica habitual de los herreros de llevar un parche sobre un ojo para evitar quedarse ciego de ambos por las chispas.
Los herreros también se tatuaban círculos concéntricos en honor al sol, lo que puede ser otra posible fuente de la leyenda.
La segunda generación de Cíclopes son definitivamente de un tipo diferente a los de la primera: probablemente sean adiciones muy posteriores a la mitología sin conexión alguna con la herrería.
Muchos creen que las leyendas asociadas a Polifemo no contaban que fuera un cíclope hasta que Homero las incluyó en la Odisea, pudiendo ser originalmente Polifemo algún tipo de monstruo o demonio local.
Se ha sugerido que quizás fuera uno de los Triamantes de la leyenda cretense, raza rural de ogros devoradores de hombres que tenía un tercer ojo detrás de la cabeza. Aparte del detalle de los ojos, son muy parecidos a los Cíclopes de Homero.
Otro posible origen de la leyenda de los Cíclopes es el hallazgo por parte de los griegos de cráneos de elefantes prehistóricos (algunos existen aún en Creta).
Debido a la gran cavidad nasal (para la trompa) en el centro del cráneo, se podría haber pensado que tenían una única cuenca ocular grande. Las cuencas oculares reales, más pequeñas, están a los lados y son mucho menos notables.
Dada la escasa experiencia que seguramente los nativos tenían con elefantes vivos, es difícil que hubieran reconocido el cráneo como lo que realmente era.
También es posible el nacimiento de niños con malformaciones provocadas por ciclopía, un raro trastorno encefálico congénito, pudiera haber inspirado la leyenda.
Quizá los Cíclopes fueran los sicelos (Cclps ~ Scls) de la edad clásica, que posteriormente se establecieron en Siracusa. Leer más...
Seres gigantescos Pataricu

Son seres gigantescos que viven en una isla de la costa Eonaviega que tienen un solo ojo y un finísimo olfato que le permite detectar náufragos de los cuales se alimenta.
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