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lunes, 28 de septiembre de 2009

INVESTIGANDO HADAS

(El autor de este artículo, Jesús Callejo, es uno de los más interesantes investigadores de mitología y folklore. Es coautor, junto a Carlos Canales, de la trilogía de Seres Mágicos de España integrada por los libros "Duendes", "Hadas" y "Gnomos" y también de "Seres y lugares en los que usted no cree". Así mismo es colaborador del espacio nocturno de misterio "La zona cero" del programa de radio "La rosa de los vientos" en Onda cero).

Después de doce años investigando, escribiendo y recibiendo cartas de lectores sobre hadas y otros espíritus elementales de la naturaleza me he dado cuenta de que estoy como al principio: perplejo y fascinado por este mundo cuya realidad se me escapa y de la que apenas sé nada.

He conocido auténticos tratados que abordan aspectos de estos seres desde varios enfoques, pero sobre todo desde el mito y la leyenda e incluso desde un punto de vista antropológico. Ahí están las obras del alquimista suizo Paracelso en el siglo XVI que popularizó el término "elementales", la del abate francés Villiers o la del Reverendo escocés Robert Kirk de Aberfoyle.

Más recientemente, algunos autores se han aventurado a escribir libros donde hablan profusamente sobre hadas, duendes y gnomos desde una perspectiva global, intentando clasificarlos en familias, nombrarlos y definirlos.

Una ardua tarea -y lo sé por experiencia- porque en esa me embarqué hace unos cuantos años. Y ciertamente los datos que nos ofrecen estas obras son valiosos y clarificadores pero siempre de una parte del fenómeno. Obras que van desde el libro que escribió Walter Scott "La verdad sobre los demonios y las brujas" hasta "El diccionario de hadas" de Katherine Briggs.

Todas ellas son muy válidas y hay que reconocer el esfuerzo y la dedicación de sus autores por acercarnos a unos seres tan sutiles y por hacernos comprensible un mundo totalmente incomprensible, pero que aportan una visión muy parcial de toda su complejidad.

Podemos leer de arriba abajo el libro de Roberto Rosaspini Reynolds "Hadas, duendes y otros seres mágicos celtas" y quedarnos como estábamos al principio: in albis. Porque, ciertamente, nos habla de hadas (terrestres, acuáticas, domésticas, malévolas…), de duendes, gnomos, silfos, salamandras, ninfas, elfos, trasgos y animales feéricos pero redunda en más de lo mismo. Unos copian a otros y es lógico. No hay tantos datos que aportar. Las fuentes son comunes y exiguas y todos bebemos prácticamente en las mismas aguas.

Tal vez aquí radique una de las causas que explique el porqué nos obliga a los investigadores del mundo feérico a tener una perspectiva miope de este misterio, porque misterio es al fin y al cabo acercarnos a una civilización que cohabita en un mundo paralelo al nuestro y del que apenas sabemos unos pocos retazos deshilachados.

Supone un desafío saber algo más sobre esta Gente Menuda, aunque solo sea para darnos cuenta de que no todo son fábulas o cuentos de niños.

Si todo fuera tan fácil como llegar a la conclusión de que no hay más que pura fantasía en el origen de estos relatos muchos pueblos y culturas se hubieran ahorrado mencionar a seres que pululan por cada uno de los elementos de la naturaleza y a los que desde antiguo se les ha rendido culto, se les ha reverenciado y se les ha temido.

Si todo fueran simples cuentos de hadas, sin ningún fundamento serio, tal vez no nos causaría tantos quebraderos de cabeza pensar que en la creencia ancestral en esta clase de criaturas está la génesis de algunas supersticiones sectas y religiones de corto alcance.

Experiencias únicas

Al lado de estas sesudas obras de divulgación que he mencionado existen otras donde sus autores respectivos cuentan sus experiencias personales con estos seres, sin ambages, sin medias tintas, sin ambigüedades, proclamando a los cuatro vientos su realidad, su clara existencia.

En ellas aparecen tal cúmulo de datos que nos apabullan, todos ellos desde una perspectiva subjetiva y, por tanto, indemostrables.

Hablan de ellos como si les hubieran hecho una entrevista y nos cuentan con todo lujo de detalles su aspecto físico, su forma de pensar, cómo se alimentan e incluso su actividad sexual.

Me estoy refiriendo a obras como la del vidente británico Geoffrey Hodson "El mundo real de las hadas" , fruto de sus experiencias con estas criaturas y las visiones de las mismas que tuvo en los años veinte del siglo XX. Me refiero al libro de Dorothy MacLean sobre "Comunicación con los ángeles y los devas" haciéndose eco de sus extraordinarias experiencias en la Comunidad Findhord junto a los esposos Caddy. Me refiero al libro publicado por Jorge A. Livraga Rizzi, fundador de Nueva Acrópolis, que publicó "Los espíritus elementales de la naturaleza", un libro donde nos mostraba sus revelaciones.

Y me refiero a libros como el del español Vicente Beltrán Anglada, "Las fuerzas de la naturaleza", o el del argentino Monseñor Claudio Paleka, "Cuando el cielo pase lista" (1994), que describen la vida sutil en cada uno de los cuatro elementos con todo lujo de detalles.

Esta tendencia literaria podría representar el ala crédula, es decir, la de aquellos que no solo creen en las hadas sino que además afirman haberlas visto y hasta charlado con ellas. Serían encuentros cercanos en la tercera fase por utilizar una terminología ufológica.

La otra tendencia sería la escéptica, representada por aquellos que se acercan al fenómeno no para negarlo rotundamente sino para interpretarlo y explicarlo desde otras posturas y enfoques algo más científicos y racionales. En esta línea habría que mencionar dos hipótesis de vanguardia que tienen mucho que decir: la antropológica y la médica.

Los efectos de la amanita

La antropológica nos dice que la creencia en hadas, duendes y gnomos es fruto de valores culturales que se han ido heredando de unas generaciones a otras.

Que tan sólo existen en nuestro ámbito cultural y, en todo caso, en nuestra mente.

Una variante de esta postura la representan micólogos como el catalán Josep María Fericgla quien, en su libro "El hongo y la génesis de las culturas" (1994), aborda un estudio antropológico sobre la magia y el simbolismo de los pueblos primitivos, afirmando que todos aquellos que dicen haber visto a estas criaturas es porque antes han ingerido un determinado hongo, la amanita muscaria, cuyos efectos enteogénicos es el de provocar estados alterados de conciencia, generando extrañas visiones como la de ver lucecitas que se mueven, hablan y adquieren forma humana.

En definitiva, su teoría se basa, por una parte, en que la tradición sobre estos seres mitológicos está vinculada con zonas donde crece la amanita muscaria (Gales, Inglaterra, países nórdicos, Cataluña...) y por otra, en un aspecto iconográfico vinculante cual es la representación clásica de los gnomos (caperuza roja y cuerpo blanco), similar a la forma de la amanita.

El síndrome de Williams

El enfoque médico para abordar una posible explicación de esta fenómeno es bastante actual. Nos habla del Síndrome de Williams, una enfermedad genética que afecta a niños y aquellos que la padecen tienen unos rasgos físicos muy similares a los espíritus de la naturaleza: bajitos, con grandes orejas puntiagudas, boca monumental, narices chatas, ojos saltones, etc.

Tienen excelentes dotes artísticas. con cualidades para la música y la narración de cuentos. La enfermedad fue diagnosticada en 1961 por el cardiólogo neozelandés J.C.P. Williams y afecta a uno de cada 20.000 niños entre la población mundial.

Bien es verdad que esta hipótesis está cogida por los pelos porque el hecho de que algunos investigadores hayan querido ver en estos niños -con sus correspondientes malformaciones genéticas- características similares a las que presentan los seres de las leyendas, propios del folclore de todas las épocas, es rizar el rizo.

Que duda cabe que se trata de una explicación sumamente forzada porque si bien a algunos de estos niños que padecían el síndrome de Williams hace siglos se les ha podido confundir son seres elementales de la naturaleza, este hecho no demuestra que el número de confusiones sea tan elevado como para hacernos creer que es el único cauce y causa para que se propague las leyendas sobre duendes. Ya no sé cual sería más ingenuo: si creer en estos seres a pies juntillas o cerrar el caso pensando que todo se debe al síndrome de Williams.

Conclusión

Sería adecuado que nos acercarnos a esta especie de realidad paralela sin prejuicios, con cierta curiosidad y con todos los conocimientos y datos que tengamos a nuestro alcance. Ni negar ni aceptar nada a priori. Fijándonos en los aspectos más llamativos que en ocasiones nos pasan desapercibidos como, por ejemplo, el concepto del tiempo en casi todos estos relatos. ¿Por qué esa insistencia de que el tiempo transcurre más despacio en el país de las hadas y que por tanto puede ser peligroso para un ser humano el penetrar en esta dimensión?

Que yo sepa, la teoría de la relatividad de Einstein donde se planeta esa singularidad del tiempo se publicó en 1913 y la gran mayoría de estas leyendas proceden, por lo menos, de la Edad Media y se pusieron por escrito a partir del siglo XVII. Un enigma de tantos que está aún por desvelar.

Ninguna teoría explica la totalidad del misterio, pero todas ellas nos acercan a una realidad trascendente y escurridiza.

Jesús Callejo



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