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viernes, 27 de enero de 2012

El bosque encantado de los duendes Yaky Matínez

En un lugar lejano y casi perdido de la ciudad de Siempre Magia, existía un bosque que tenía fama de estar encantado, nadie sabía muy bien por qué, pero pasear por él era como surcar un cielo lleno de ilusiones y estrellas fugaces, como flotar por el aire sintiéndose acariciado por mariposas de colores y nubes de algodón rosado con sabor a caramelo.


Mucha gente pasaba allí las horas eternas sin importarle sus demás quehaceres, saboreando aquellos momentos como chispas de magia en sus vidas, que les hacían evadirse de los problemas cotidianos y duros golpes de la vida.
Lo que no sabía aquella gente es que cuando oscurecía, cuando el sol decía buenas noches y la luna dedicaba sus mas fervientes sonrisas a las nubes, aquel maravilloso bosque ¡cobraba vida, así, sin más!
Los árboles comenzaban a bostezar desperezándose tras su largo letargo diurno, y los animalillos empezaban a organizar festines en compañía de nuestros protagonistas los duendecillos saltarines. Eran criaturas felices, iluminadas celestialmente, ilusionistas y trovadores de sueños que disfrutaban con solo bailar, cantar, hacer trucos de magia y, de vez en cuando, juguetear con los humanos para dejarlos totalmente sorprendidos y boquiabiertos con sus actuaciones inesperadas.
Nuestros duendecillos tenían una amiga inseparable que convivía con ellos y que contenía magia infinita, Lucía, el hada de la dulzura, siempre sonriente, por siempre dulce y sencilla. Ella les daba la vida a los duendes saltarines, los animaba a ser como eran, los motivaba a continuar donando magia allá por donde iban y a cultivar sonrisas e ilusiones ¡y los duendecillos eran gracias a ella inmensamente felices y cultivadores de esperanzas y kimeras hechas realidad!

Pero una buena noche calurosa y estrellada de Agosto , se escuchó un gemido a lo lejos con mucha fuerza y desgarro. Los duendecillos asustados y consternados corrieron hacia aquel lugar de donde provenían aquellos sollozos y tras unos arbustos abandonados del bosque bajo la luz de la luna y el resplandor de las estrellas veraniegas, estaba su querida amiga Lucía, recostada junto a ellos y herida casi de muerte
-Pero, querida Lucía- preguntó el duendecillo Zaorín-¿Qué te ha ocurrido?
-Ooooooh chicos, por favor, necesito ayuda sin muchos rodeos. Quise recoger bayas y una de ellas tenía una espina, que resultó ser venenosa y al intentar cogerla ¡ayyyyyyyy! ¡Me duele el alma! ¡Me solloza el corazón! ¡Creo que voy a morir!
-¡No digas eso querida Hada! nosotros te salvaremos, no lo dudes, quédate con Zaorín y enseguida volveremos con ayuda, ¡te lo prometemos!
-Lucía intentaba aguantar el dolor con la mayor fuerza posible. Nuestro amigo Zaorín le enseñaba unos malabares que había aprendido hacía poco y con los cuales, estaban teniendo mucha aceptación en su mundo mágico e ilusionista. Ella sonreía, aunque sin muchas ganas, para demostrarle el agradecimiento que sentía por toda la ayuda que éstos siempre le brindaban.
-Estoy tan agradecida de haberos tenido como amigos, como compañeros, como hermanos…
-¡Shhhhhhhhh…! No hables bella Lucía, no hagas esfuerzos en vano. Sabemos de sobra que eres agradecida de corazón, y nosotros somos tan afortunados de tener una dama como tú iluminándonos las noches, las veladas mágicas, los encuentros de ilusiones y festejos. Eres todo para nosotros y por ello, te salvarás, tenlo por seguro. Los demás duendes traerán el antídoto del veneno y te salvaremos Hada nuestra. Serás de nuevo la niña de nuestros ojos….
Con dos lágrimas en sus mejillas y temblorosa por la fiebre que estaba comenzando a ocupar su cuerpo, Lucía se recostó junto a Zaorín, y se quedó completamente dormida.
Éste, comenzó a acariciarle los cabellos amarillos como el oro y suaves como la seda y le cantaba la nana que a ella tanto le gustaba. Ella dibujó una leve sonrisa en sus labios escuchando a lo lejos aquel bello cantar…

-¡Ya estamos aquí amigos!, ¡Lo hemos conseguido!
-¡Shhhhhhhhhhhh… callaros! ¿No veis que vais a despertarla? ¿Habéis conseguido el antídoto? ¿Dónde?
-En el acantilado que hay tras la casa de nuestro amigo duendecillo Camel, allí estaba la planta que lo contiene, pero ¡Zaorín!, ¡si no la despertamos, no podremos dárselo,y morirá!
-No amigos, no os preocupéis, no morirá, simplemente despertará del sueño, y creedme, no le gustará. ¡Dejadla en este estado placentero! ¡Que por sí sola vuelva a la realidad!. Nosotros estaremos siempre aquí para velarla….
-¡No estoy deacuerdo! -gritó desesperadamente Burgui, otro de los duendecillos- ¡Me niego a dejarla evaporarse así, como si nunca hubiera existido!. ¡No, no y mil veces no! ¡Lucía!, ¡Lucía! Gritaba sin cesar. ¡Lucíaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!

Nuestra querida amiga sobresaltada por aquel grito desesperado abrió los ojos y se incorporó bruscamente para quedarse con una sensación de vacio y extrañeza que en un principio la llegó a asustar, ¿Dónde estaban los duendecillos? ¿y el maravilloso país de Siempre Magía? ¿Y el bosque?…
Todo se había evaporado, desaparecido así, sin más o simplemente ¿había sido un sueño?.
Era tan, tan real que le parecía mentira. Su corazón latía a mil por hora, sus párpados aún se cerraban del sueño tan profundo en el que se encontraba en aquel momento interrumpido por los gritos desgarradores de Burgui. Se puso las zapatillas y salió a un jardín que tenía junto al ventanal de su habitación.

-¡Zoilan!, ¡Zaorín!, ¡Burgui!, ¡Camel!, ¿Dónde estáis?-gritaba desesperada y sollozando nuestra hada de la dulzura. ¡No puede ser, yo estaba allí, ellos me acompañaban! ¡Yo soy el Hada de la dulzura!!
Lloraba desconsoladamente, triste y abatida. Creía haber tenido un sueño tan, tan real que le fastidiaba haberlo perdido todo en un simple abrir y cerrar de ojos. Pero nuestra querida amiga Lucía no se daba tan fácilmente por vencida y corrió y corrió por el jardín, y siguió nombrando a los duendecillos a grito pelado porque sabía que existían y que no era un simple sueño. Corriendo y derramando lágrimas de desconsuelo tropezó con una roca que había en el camino cayendo a los pies de un arbusto y perdiendo el conocimiento por completo…
-¡Lucia!, ¡Lucia!
-Ésta entreabrió los ojos y, ante ella, vió a Burgui sonriéndole amigablemente…..
-Tómate esto mi niña, es el antídoto que te salvará y serás de nuevo nuestra linda Hada de la dulzura ¡Tómatelo!
Lucía suspiró, sonrió y mientras tomaba el antídoto que la devolvería a su estado normal pensó:
-Sabía que esto no podía haber sido un sueño

Y todos aplaudieron alegres y emocionados de saber que su Hada de la dulzura estaría por muchos años más con ellos….

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