El cráter de las mariposas. Kike el duende, escritor español. Cuentos infantiles. Extraído de libro “Desde los cráteres a la luna”
Me dice la luna que no toque con las manos las alas de las mariposas, no importa que las tenga muy bien lavadas porque, solo el contacto de las yemas de los dedos con esas membranas de múltiples colores, las estropearía. “Imposible volar sin ese polvillo mágico que cubre sus alas”, escuché una vez.
Cuando esta frase revoloteó un buen día por mi corazón pensé que un duende malvado se estaba burlando de mí. Ahora sé que no era una broma. Las alas de las mariposas son el principal motivo para que exista el personaje que ahora te voy a presentar: El hada de las mariposas.
Vive y crea ese polvillo de hadas en el cráter de las mariposas. Se sienta cada día en una plataforma redonda y giratoria, eleva los brazos y, chasqueando los dedos mientras cierra los ojos, va formando a su alrededor ese polvo de hadas que se utiliza para tantas cosas. Ni que decir tengo que ese polvo de hadas se presenta en nuestras vidas para barnizar los momentos; de color hermoso, de magia, de maravillas y, aunque la mañana esté triste, de buenos días y alegrías.
Entro muy despacio en el cráter para no asustarlas, a las mariposas, y me doy cuenta en cuanto entro de que están todas dormidas. Me quedo mirando y calculo que habrá una de cada especie porque todas son distintas, unas 80.000 mariposas más o menos. En una sala blanca que veo en el fondo está sentada ella, el hada, parece que también está dormida, no sé qué hacer.
De pronto escucho una campanada y en ese momento, todas, absolutamente todas las mariposas abren los ojos y comienzan a volar. El hada también se despierta y comienza un hermoso ritual. Mientras juega con sus dedos todo se llena otra vez de polvo de hadas y las 80.000 mariposas salen del cráter para colorear el mundo.
El cráter queda vacío, solo quedamos el hada y yo, bueno y el polvo de hadas, pero éste no se puede ver aunque se siente, lo percibes como un pequeño mareo y escuchas una lejana música de campanillas. De repente se abre un pequeño agujero en el suelo y entran más o menos otras 80.000 mariposas, son mariposas nuevas sin color en las alas, transparentes como el agua.
No vuelan, entran caminando y en estricta fila india hasta que en un momento el blanco suelo del cráter simula una alfombra incolora llena de cuerpos y patas. El hada, sin levantarse, vuelve a cerrar los ojos. Las mariposas también.
Todos sentimos ahora como el mágico polvo de hadas se va depositando en las alas de las mariposas para llenarlas de dibujos de múltiples colores, incluso de formas y espesuras tan dispares que no encontrarías cosa igual ni en los mismísimos mares.
Ahora, como ya os conté, todas duermen durante un rato, hasta que las nuevas 80.000 futuras mariposas estén a punto de entrar en el cráter. Me voy asombrada del cráter, en silencio, el silencio es necesario para este proceso, quizás por eso ni he intentado hablar con el hada.
Busco un bosque porque quiero verlas de nuevo, el guardián de los bosques aparece y pronto me lleva hasta el más cercano. Juego con ellas, no os imagináis lo que es jugar con 80.000 mariposas a tu alrededor, es increíble, eso sí, ni se me ocurre tocarles las alas.
Estiro los brazos y dejo que sean ellas quienes se posen sobre mí y me toquen. He sentido de nuevo un pequeño mareo y escucho una lejana música de campanillas.
Fin
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martes, 19 de abril de 2011
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