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miércoles, 27 de abril de 2011

De leyendas y supersticiones Ricardo Berrutti

La gran cantidad de supersticiones que afloran en Semana Santa, me hizo buscar algo de sus orígenes, sus dispersiones en el ámbito rioplatense, y su vigencia o desuso.
No es extraño hablar de “ámbito rioplatense” porque los territorios de lo que es hoy Uruguay, en un tiempo se extendió también por buena parte de Argentina, y parte del sur brasileño.
Y, como espacios rurales que eran, la mayoría de las supersticiones, mitos y leyendas, del espacio rural provienen.

Me llamó la atención la observancia de algunas que ya comenté, y otras que se han ido agregando, por personas que conservan, aun hoy algunos ritos.
Así, supe que entre los llamados “chacreros”, los viernes de Semana Santa, plantan el perejil, porque dicen, “no se florece”
“Dicen que en el Departamento de Durazno, en la primera luna llena luego del 12 de octubre (que es la fecha de fundación de San Pedro del Durazno), aparece una carreta humilde en el transitado Puente de San Borjas: con pasajeros fantasmas adentro.
Según cuenta la leyenda, la noche de la fundación del pueblo, una mujer y sus tres hijos decidieron asistir a la gala brindada en la villa del comandante Fructuoso Rivera. Cuando llegaron al puente de San Borjas, el río, embravecido, comenzaba a desbordarse.
La mujer se atrevió a cruzar de todos modos, pero la carreta no resistió el empuje del agua y se ahogó junto a sus tres hijos. Los cuerpos fueron hallados en la primera luna llena después del suceso. Desde entonces, aquellos que cruzan el puente se topan con la espectral visión de la carreta y sus cuatro fantasmagóricos ocupantes, mientras la luz de una redonda luna tiñe de sombras blancas el Departamento de Durazno”
La anterior leyenda creo está extraída de un libro de José María Obaldía, pero lo más llamativo de ella, es que hace años, en Tacuarembó, me contaron una igual, solo que el escenario era “La laguna de las lavanderas”
Esta otra, también es atribuida a gente de Durazno.
“En la Estancia “12 de Octubre”, que queda en Caballero, en la Ruta 4, cerca del Arroyo de los Perros, se dice que vivía un estanciero que trataba muy mal a sus esclavos y que en una noche de alcohol decidió jugar a la taba con su lacayo mulato. Este último estaba con gran suerte esa noche y poquito a poco le fue ganando mucha plata a su patrón. Éste, acongojado por ir perdiendo contra su propio súbdito, jugó una última vez y apostó todo su capital, incluso el campo. El mulato se vio favorecido una vez más y ganó la propiedad, a lo que el estanciero, hombre fiel a su palabra, entregó sus pertenencias. A la noche siguiente, sin embargo, el patrón no fue capaz de asumir su compromiso, se presentó en el nuevo aposento del esclavo... y lo asesinó a puñaladas. Muda testigo de los hechos, la taba permanecía sobre la mesada de mármol en la cocina de la estancia, donde se consumó el crimen. El estanciero recupera sus bienes y decide enterrar la taba que tantas penas y apremios le había causado. Pero a la mañana siguiente, el hueso volvió a aparecer en la mesada. Una y otra vez sucedió esto, como acusador recordatorio de lo sucedido. El hombre optó por guardarla con llave en un baúl y despidió a todo aquel que conociera su historia, desconfiado de una broma recurrente. La taba, no obstante, seguía apareciendo... Poco tiempo después el estanciero fue hallado muerto, aparentemente por mano propia y a causa de la aparición pertinaz del endemoniado objeto, que desde entonces no volvió a reaparecer”
Algunas, de las muchas que compartimos con los argentinos, son éstas:

El búho y la lechuza son para los araucanos animales terroríficos, y les temen en forma extraordinaria.

Las víboras chupan la leche de las madres, mientras entretienen al crío metiéndoles la cola a guisa de chupete.

El cuervo negro de los misioneros anuncia lluvia. No se le puede matar porque la escopeta que le apunta se descompone.

Para el criollo, el canto triste del chingolo es la voz de un payador qué perdió la apuesta con el diablo, y que se lamenta en una eterna borrachera de dolor surgida del fracaso.

Entre los habitantes del Alto Paraná, el picaflor es considerado “animal sabio” y atrae la clientela si se lo pone en la puerta de un negocio.

El grillo es un gaucho pobre que en una tapera escondida canta el amor “desgraciao”. El día que se calle se quedará sin voz porque le falta dinero para tomar un trago de caña para entonar la garganta.

En Salta se dice que cuando sale un viborón de una tumba, es señal de que el difunto ha vendido su alma al diablo.

El hornero es el más criollo de los pájaros, porque ha construido su casa en forma de horno para dormir y para hacer empanadas y tortillas.

La grasa del puma es buena para el reumatismo.

Donde hay un nido de hornero no cae el rayo.

Los aullidos del perro cesan sí se forma una cruz con zapatos o alpargatas boca abajo.

Para tocar bien la guitarra se hace picar el día antes con hormigas coloradas.

/www.elacontecer.com.uy



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