Cuatro casas ‘encantadas’, cuentos que no desaparecen

Con la jocosidad propia del costeño, son muchas las historias de ‘espantos’ o fenómenos paranormales que se repiten de esquina en esquina, de barrio en barrio, y pasan de generación en generación. EL HERALDO visitó cuatro lugares, supuestamente ‘encantados’, donde, según dicen, salen desde duendes hasta espíritus pirómanos que incendian las casas. Realidad o mitos, lo cierto es que estas historias no desaparecen.


‘El duende rumbero’. Así bautizaron un bar en la carrera 6B con calle 38, barrio La Magdalena, en homenaje a una presunta criatura que tenía la figura de un niño y perturbaba la tranquilidad de quienes lo frecuentaban. Álvaro Palacio, periodista experto en investigaciones paranormales, recuerda que el dueño del local también le hizo un cuadro al duende, como un tributo para que su negocio no quebrara.

“Nada de eso funcionó, y el establecimiento siempre ha tenido nombres siniestros. Ahora es una venta de comidas rápidas llamada El tizón rojo, que en el esoterismo es el elemento utilizado para hacer los círculos cabalísticos (donde se practican rituales espiritistas). Me parecen muy extrañas las connotaciones de esos nombres”, señala el especialista.

Garly Rodríguez, nacido en La Magdalena hace 36 años, cuenta que en los 90 ese lugar era una casa de familia, que se hizo famosa por la supuesta presencia de un duende que hacía desastres dentro de ésta y arrojaba botellas a la calle.

“Esa pobre gente —relata— no vivía en paz. El duende les escondía sus cosas, apagaba y prendía los electrodomésticos. Y nunca pudieron erradicarlo, ni con la ayuda de curas. Por eso se fueron de ahí”.

Según las indagaciones de Palacio, anteriormente allí funcionaba una clínica clandestina donde practicaban abortos. “Con base en el esoterismo, se dice que cuando la vida es quitada de una manera tan abrupta, se crean espíritus resentidos que quedan penando”.

Castillo misterioso. Rafael Fernández, vigilante nocturno de la institución educativa El Castillo de La Alboraya, asegura que en los dos años que lleva en el oficio nunca ha visto ni escuchado nada mientras realiza sus permanentes rondas en el sitio. Es más, ni siquiera sabe qué responder cuando se le pregunta por la supuesta actividad paranormal que sucede en el recinto.

— ¿Actividad qué?

— Paranormal. Apariciones, fantasmas, espantos, sombras, espíritus, algo…

— ¡Noooo, nada! Aquí no pasa nada. El compañero de la mañana es el que dice que aquí pasan cosas extrañas, pero yo no creo en eso.

Isaac Padilla, vecino del lugar y quien también hace parte de la charla, manifiesta que él era escéptico cuando tocaban el tema de las apariciones en el centenario Castillo de La Alboraya, pero su modo de pensar cambió desde el momento en que supuestamente fue asustado por el espíritu de un niño.

Cuenta que hace dos meses venía de regreso a su casa, luego de cumplir con una dura jornada laboral. “Eran como las 12:10 a.m. Vi a un niño caminar junto a la paredilla del colegio. De repente pensé que era un estudiante, pero enseguida caí en cuenta que a esa hora nadie sale a estudiar. Casi me caigo del susto, corrí como loco pa’ la casa”.

Muchos habitantes de La Alboraya sostienen que en el castillo suceden “cosas extrañas” debido a que allí, al parecer, se practicaron horrendos castigos a adultos y niños. Dicen que el sitio perteneció a un español que tenía como costumbre salir de noche en su caballo a buscar gente para torturarla en las mazmorras del predio.

La casa en llamas. Jennys María Lázaro Royero, 33 años, afirma que su casa ya está “curada” de los espantos. Hace un par de años, su familia vivió una terrible pesadilla, supuestamente ocasionada por un espíritu pirómano.

La casa de los Lázaro está ubicada en la calle 37C No. 27-40, barrio Santa Inés, de Soledad. Allí, según Jennys, las noches eran tormentosas por la presencia del extraño fenómeno que se apoderó del recinto.

“Las paredes se incendiaban solas. El fuego salía de la nada, aparecían rostros y se escuchaban risas por todas partes. Mi mamá fue poseída por el espíritu de un indio, que la hacía hablar raro. Era como la voz de un hombre. Pensábamos que era mi hermano que estaba penando. Él murió en un accidente de tránsito”.

Luego de muchos rituales con oraciones y agua bendita, Jennys afirma que su familia volvió a vivir tranquilamente. Tiempo después se enteraron de que el espíritu que invadió su hogar fue el resultado de un supuesto hechizo que le hizo una bruja a su padrastro, Jorge Frías, por haber terminado una relación sentimental que había entablado con ella.

¿La Llorona en Soledad?.Vecinos del barrio Centro de este municipio aseguran que La Llorona solo sale en el video del Checo Acosta, de su éxito musical grabado en 1996 en la plaza, frente al caserón del fallecido doctor Juan Domínguez Romero, calle 14 con 19.

Sin embargo, hay otras creencias relacionadas con la gigantesca vivienda, hoy reducida a ruinas. Francisco Ucrós, morador del barrio hace 43 años, dice que muchos soledeños creen que allí hay un tesoro enterrado. Recuerda que en una ocasión varios obreros estuvieron a punto de morir sepultados por escombros cuando excavaban de noche.

EL ORIGEN DE LOS ‘ESPANTOS’

Álvaro Palacio, investigador de temas paranormales, explica que la presencia de espíritus o ‘espantos’, como son llamados popularmente en la Costa, guarda relación con sucesos trágicos que ocurren en determinados lugares. “Queda una presencia, una energía plasmada allí que se repite. A las personas que experimentan estas actividades paranormales les cambia la vida. La entidad que está en la casa las transforma”, señala el experto.

Dice que en la vieja Europa tenían la creencia que cuando un familiar moría trágicamente, había que pintar la casa mientras llevaban su cadáver al cementerio, para que el espíritu no reconociera dónde estaba su hogar. También modificaban la casa por dentro.

Por Víctor Ovalle
y Kenji Doku