Se puede ser sabio y vivir en este mundo, porque el que quiere cambiar tiene que aspirar a lo mejor.
Los sabios piensan diferente y aunque pueden prescindir de casi todo se sienten felices y plenos.
Un sabio sabe que no sabe, aprende de su pasado y puede dejarlo atrás y se entrega a lo nuevo con asombro. Respeta a los demás como son y al mundo como es, se basta a si mismo y ayuda a los otros a hacer lo mismo.
No se deja seducir por las ilusiones porque se da cuenta cómo funciona la realidad y sienten que no se está perdiendo nada.
Tiene conciencia que todo lo que haga tendrá su consecuencia y prefiere no reaccionar porque sabe que mejor que la reacción es la reflexión y que todas las experiencias son para aprender.
El sabio confía en si mismo, sabe lo que quiere y dirige su energía en esa dirección alineado al mundo y disfrutando del proceso sin comprometerse con los resultados.
Un sabio ve al universo como una totalidad indivisible y no le ve sentido a lo que pretende estar separado.
Considera al otro como parte de si mismo y desea que sea feliz como él; y es pacífico porque sabe que la violencia engendra más violencia y no resuelve ningún problema.
Un sabio es creativo porque sabe que lo nuevo, si es genuino será superior a lo anterior, simplemente por una cuestión de evolución.
No adopta ninguna religión en particular pero cree en todas en general, porque sabe que Dios es lo único real.
Un sabio no se vende, no acepta sobornos ni especula, sin embargo obtiene lo que quiere.
Como se siente seguro de si mismo no conoce los celos, el odio ni la envidia y trata a todos por igual sin discriminar.
Un sabio es amado y respetado por su sabiduría y todos quieren aprender de él; es poderoso porque es dueño de si mismo y aunque su humildad no tiene límites no existe nada ni nadie que lo domine.
Un sabio se concentra en lo que hace con tanta atención, que puede penetrar en la eternidad, porque pierde la noción del tiempo y del espacio cuando está plenamente identificado con su tarea y consustanciado con lo que crea.
No comete errores ni teme al fracaso porque el mundo y él son uno y lo que piensan los demás no le preocupa. Tampoco tiene dudas porque sabe escuchar la voz de su conciencia y confía en ella.
Cada persona tiene un sabio en su interior que permanece sofocado por una cadena de pensamientos intrascendentes a la espera de que hagan silencio para permitirle manifestarse, rescatar el momento presente y descubrir lo verdadero.
Los ancianos han aprendido a vivir, están libres de anhelos y pueden ser felices sólo con el esencial; saborean cada minuto como si fuera el último y se alegran hasta de respirar.
El conocimiento no es sabiduría, porque la ciencia sin conciencia es limitada y divide al mundo en fragmentos.
A lo largo de la historia muchos científicos fueron hombres pero sin duda las verdaderas sabias siempre han sido las mujeres.
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viernes, 20 de mayo de 2011
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