Es de esperar que el zapato de cristal pueda encontrar pronto el pie adecuado.
Allá por el año 1950 Disney estrenaba la película “La Cenienta” historia basada en los relatos del francés Charles Perrault (1697). El cuento de hadas relata las desventuras que sufre una muchacha, hija de un noble que al fallecer la deja bajo la tutela de su (malvada) madrastra acompañada de sus dos hijas que durante el relato son identificadas con el adjetivo de “las hermanastras”.
La joven protagonista pasa las de quico y caco por culpa del trío de promotoras del bullyng, en términos contemporáneos. Obligada a realizar todo tipo de trabajos, vestirse de harapos y dormir sobre las cenizas al lado del fogón, de ahí el nombre Cenicienta.
Utilizando el sentido común y quizás el menos común de los sentidos, el cuento hasta ahí, es una oda a la injusticia, la joven habita, come, va al baño, se viste y realiza las labores hogareñas, es decir, vive en esa casa y a pesar del trato vejatorio decimos que la joven pertenece a ese hogar. Pero como este es un cuento dirigido a los infantes al final aparece un hada madrina que da un vuelco a la vida de Cenicienta y todo resulta color de rosas.
El paradigma Cenicienta resulta ser una historia de vida trágica pero con un final feliz, con un leitmotiv recurrente a lo largo de la historia del hombre, “la injusticia”.
Rancagua en estos días ha sido remecido al igual que en el 2007 por los vítores del personal subcontratista de El Teniente, gritando garganta en mano la injusticia de trabajar, cambiarse ropa, comer y hasta ir al baño, en las mismas dependencias que el personal Teniente, pero con remuneraciones e incentivos diametralmente distintos. Seguramente los subcontratistas no esperan el toque de una varita mágica para resolver sus conflictos, aunque parece que ser escuchados por Codelco requiere un acto de birlibirloque.
Es de esperar que el zapato de cristal pueda encontrar pronto el pie adecuado.
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domingo, 29 de mayo de 2011
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