“Que entre los miles de personas que han peregrinado a Compostela, una familia alemana, compuesta por el matrimonio y su hijo de dieciocho años, decidió hospedarse en un mesón de Santo Domingo de la Calzada. Allí, una de las sirvientas del lugar se enamoro del muchacho de una forma enfermiza, tanto, que al ser rechazada por este, decidió tomar venganza.
Llena de rabia, tomó una copa de plata y la introdujo en el bolso del chico sin que nadie se diera cuenta. Al marchar los alemanes, la propia sirvienta señaló como ladrón al joven. Arrestado por un crimen que no cometió, el juez del lugar lo sentencio a la horca, debido a que el hurto era castigado con la pena de muerte. Así la condena se cumplió.
Un mes más tarde, cuando los padres volvían de Compostela a Santo Domingo, se acercaron al patíbulo para rezar a su hijo, y ahí se encontraron con la mayor de sus sorpresas: “Su hijo estaba vivo, tendido de la cuerda que se aferraba a su cuello” El propio hijo suplico a sus padres que marcharan hacia el juez para que le soltaran y liberaran.
Pero el juez, que se encontraba comiendo pollo en su casa, no se creyó la historia de sus padres, y se mofó de ellos diciendo: “¡Tan cierto es el cuento que me acabáis de narrar como que esta gallina está viva!”. Y así, el pollo que estaba a punto de ser devorada, totalmente asado, se levanto del plato y comenzó a cantar. Ante aquel acto milagroso, el juez ordenó soltar al inocente muchacho y castigar a la sirvienta del mesón.”
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