Cuando hablamos de literatura medieval irlandesa hablamos de textos escritos por monjes irlandeses algunos de los cuales se conservan desde el siglo XI, recuperados en Irlanda de forma casi milagrosa y que recogen de una tradición oral que se remonta, según el profesor inglés Kenneth Hurlstone Jackson, a la cultura de la Tène (V a I a. C.). Estos textos constituyen una valiosa fuente de información sobre las costumbres y valores de las tribus que llamamos celtas.
Los manuscritos conservados forman una miscelánea de literatura, geografía, genealogías, pseudohistoria, legislación y otras formas de sabiduría, no libres de la impronta del escriba, y constituyen un material sorprendente, un dechado de imaginación bajo el que subyacen la tradición y el mito, adornados con la extrema exageración, el minucioso detalle a veces o la vaguedad más desconcertante, la ingenuidad o la fina ironía de aquel mundo en el que las palabras aún eran mágicas.
Para organizar el llamado material de Irlanda, los especialistas han realizado una clasificación de las narraciones basada en categorías temáticas. Son los llamados “Ciclos Temáticos”, cada uno de los cuales sigue aproximadamente una pauta de narración y de personajes. Aunque es frecuente la interferencia de los personajes de un ciclo en otro, se ha llegado al acuerdo de considerar cuatro ciclos. Para el presente propósito destacaremos en especial el “Ciclo del Ulster”, que relata las hazañas de los guerreros de esta comarca, en la época del rey Conchobar y el “Ciclo Feniano”, referido a las leyendas de un grupo de guerreros medievales, los Fianna, ubicados en la región de Leinster (al este de Irlanda) hacia el siglo X.
Ambos grupos de relatos guardan una estrecha relación con el llamado “Ciclo Mitológico”, protagonizado por las divinidades del período pagano, llamados también los Sidhe, los Tuatha Dé Danann o las Hadas, pues cualquiera que sea su temática, ninguno de los relatos está alejado del mundo invisible, mostrando así la superposición de las leyendas de carácter oral a través de los siglos y la pervivencia del ciclo más antiguo.
Esta literatura incluye múltiples situaciones de banquetes en los que el celta se define por sus acciones: predicciones, disputas, denuncias, batallas, venganzas, amores trágicos y salvaciones se desarrollan en estas celebraciones, dando lugar a las más fantásticas aventuras.
Vamos a entender el banquete, pues, dentro de la literatura, como una representación de la vida en todas sus formas −la real, y la imaginada− y como una fuente valiosísima de conocimiento de las costumbres y el carácter de los pueblos celebrantes.
Eran famosas las celebraciones de Samhain en Emain Macha (Armagh, Ulster) durante el mandato del rey Conchobor, momento de gloria de los guerreros de la Rama Roja, los hombres de Ulster. Según se narra en el relato titulado “The Wasting Sickness of Cú Chulaind”, (“La enfermedad que debilitó a Cuchulain”) cada año los Ulaid se reunían en una asamblea en el llano de Muirthemne: los tres días antes de Samhain, los tres días después y el propio día de Samhain,... “y durante estos siete días no había sino encuentros, juegos y diversión”. “The Wasting Sickness of Cú Chulaind”: Gantz, 155.)
Dentro de una feria, el banquete es el momento de ensalzar al jefe, de alabar su generosidad y recitar su linaje, de recordar el valor de sus antepasados en antiguas batallas. Es entonces cuando el Poeta y el músico imponen su autoridad, destacando sobre la algarabía de la fiesta y reclamando el silencio que dé paso a la narración. Esta costumbre hace del banquete una circunstancia ideal para que la literatura oral pueda pervivir durante siglos, hasta la llegada de la escritura.
Uno de los ejemplos más fastuosos de una fiesta celta está incluido en un relato eminentemente humorístico, que se titula “La borrachera de los Ulaid” (“The Intoxication of the Ulaid”: Gantz 188 y ss.) y que resulta un modelo perfecto para realizar un breve repaso por todos los elementos que habría de contener una fiesta celta absolutamente ideal, que habla de la cantidad y calidad de los invitados que acuden acompañados de sus esposas, de los aposentos de balcones abiertos construidos para la ocasión, “abocando a una gran habitación multicolor, de grandes dimensiones con cuatro postes y cuatro puertas, (simbolizando la unidad de los 4 puntos cardinales y las 4 provincias de Irlanda) donde los jefes de Ulster, hombres y mujeres puedan reunirse para beber y pasarlo bien.” Este relato también habla de la comida y bebida en tal abundancia que “la porción de cien hombres les era servida a cada nueve invitados”. Sin olvidar la jerarquía que hacía que cada comensal fuera servido según su rango y colocado junto a su clan y familia, a la distancia debida de la cabecera y separados unos de otros por divisiones que garantizaran el orden y la paz en la celebración. Para que todo ello fuera posible hacía falta una gran cantidad de sirvientes, cada cual encargado bien de traer comida, servir bebida o guardar la puerta del recinto. No escaseaban las joyas entre los regalos que recibían los invitados, y de ningún modo faltaban la música ni la poesía.
Tal y como está descrita esta fiesta, se diría que a ella acudieran cientos de invitados, cuando en realidad es presumible que fueran unas decenas, pues estamos hablando tan sólo de los hombres libres que componían la nobleza del clan. Serían los invitados los miembros de la clientela que iban a rendir pleitesía a su jefe, quien estaba obligado a recibirlos con la generosidad que correspondía a su rango. De ahí las exageraciones que encontramos en la literatura respecto a la fastuosidad de los banquetes, pues es obligación de los bardos alabar a su protector, y son ellos la fuente primera de nuestros relatos.
Sin duda el músico, el poeta, el bardo, era una figura destacadísima en el banquete celta, que conviene tener más como aliado que como enemigo, pues siendo poderosa su alabanza, tanto más dañina era su crítica. Así le sucedió al rey Bress, de los Tuata Dé Dannan del Ciclo Mitológico: El poeta Corpry llegó a la corte y fue hospedado en una fría habitación sin muebles y sin lumbre, donde, tras larga espera, le hicieron comer tres galletas secas sin siquiera un vaso de cerveza. En venganza, escribió la primera sátira de la literatura irlandesa:
“Sin comida prontamente servida,
sin la leche de la vaca que cría el ternero,
sin aposentos dignos de un hombre bajo la triste noche,
sin medios de gozar de la compañía de un bardo,
sea tal la condición de Bress.” (Rolleston: 108)
Ningún rey que se preciara podría mantener la estima de sus súbditos tras esta crítica, pues la tacañería era imperdonable entre los celtas. Así fue cómo el mísero Bress, que no supo recibir a un poeta como correspondía a su rango, perdió el apoyo de su pueblo y su trono.
Existe en el banquete celta un carácter de reconocimiento social que está muy bien reflejado en la literatura. La mayor festividad dentro del Ciclo Feniano era la Feria de Tara, que reunía a los grandes de Irlanda para establecer las normas que regirían al país durante el año. Su carácter ancestral aparece subrayado por la prohibición de ofensa o represalia durante seis semanas, “el tiempo que los hombres estaban bebiendo y festejando” y en las que se podía de modo pacífico y bajo la supervisión de los druidas, solucionar las diferencias entre miembros del clan. De este modo el banquete, ocasión de reunión del consejo, se establece como el contexto de restitución de un derecho. Ejemplo de ello serían estas situaciones:
El dios Lug (Ciclo Mitológico) recibe compensación por la muerte de su padre a manos de los hijos de Turenn. El guerrero Finn (Ciclo Feniano) recupera el liderato de los Fianna al liberar a Tara de la maldición de ser quemada cada año por Samhain.
El héroe Setanta (Ciclo del Ulster), a los 7 años, al llegar tarde a un banquete, encuentra la puerta cerrada y se enfrenta al feroz perro guardián del herrero Cúlan, al que mata, accediendo luego a ser guardián de su territorio, como compensación, ganando para sí su nombre de batalla Cú Chulain, por el que será siempre conocido y temido por sus enemigos.
Cuando ya es adulto, Cuchulain participa en la más hilarante narración concebida en torno a un banquete, “La fiesta de Bricriu” (“Bricriu’s Feast”: Gantz, 219 y ss.), entre el humor y la magia, el mundo real y el mundo invisible, es un larguísimo relato que incluye todos los elementos significativos de una celebración celta, junto con temas literarios aparecidos en otras narraciones, por ejemplo, el tema de decapitación tratado por la obra anglosajona “Sir Gawain and the Green Knight” y el gran tema de la lucha de los guerreros en el banquete por demostrar su supremacía.
Porque a pesar de la prerrogativa de la feria de Tara, es un rasgo del carácter de los celtas, tal y como recogen varias fuentes clásicas, la facilidad con que contestan a la provocación y se enzarzan en una lucha entre iguales, por nimio que sea el motivo. Tal es así que su mitología personifica esta característica en la figura de Nár Thúathcáech, el porquerizo de un rey de los Sidhe, que “nunca asistió a una fiesta en la que no derramara sangre”.
De esta violencia desatada en los festejos resulta la más famosa de las razzias recogida por los textos irlandeses, La Táin Bó Cuailgne, o Razzia por el toro de Cuailgne.
Sucedió que la reina Medb de Connacht quería tener entre sus reses al famoso Toro Pardo de Cooley, y para ello hizo una tentadora proposición a Daire, su dueño. El buen término de las negociaciones se estaba celebrando en un generoso banquete en el que “Fueron muy bien tratados, se les puso paja y ramas bajo los pies, se les dio la mejor de las comidas y se mantuvo un ambiente festivo hasta que se pusieron bebidos y ruidosos.” Se fueron desatando las lenguas y a oídos del anfitrión llegó un comentario desafortunado que se tuvo por un insulto. “Si no nos hubieran dado el toro, lo habríamos tomado por la fuerza”. (Kinsella: 56)
Y así fue como Daire obligó a tomar al toro pardo de Cooley por la fuerza para mayor gloria de la literatura irlandesa, que tuvo que narrar esta feroz guerra entre las provincias de Connacht y Ulster.
El desenlace de este banquete no fue sino el deseo del destino, como se había predicho en otro banquete, en el que “Los hombres de Ulster bebían en la casa del Poeta de Connor, Feidhlimidh, hijo de Dall, cuya esposa estaba encinta. Los cuernos de bebida y las raciones de comida corrían de mano en mano, y se elevaba sobre ellos el alboroto de la ebriedad, cuando de pronto, un grito desgarró el aire.” La bella Deirdre grita desde el vientre de su madre. El druida predice que el bebé causará la gran guerra que dividirá a Ulster. Efectivamente, la hermosura de Deirdre causará indirectamente la invasión de Ulster, pero ésta es una larga y hermosa leyenda que tendrá que esperar otra ocasión.
Muchas narraciones de batallas comienzan con un banquete, pues es costumbre que a una petición de ayuda de un clan a otro le siga una celebración como prueba de buena voluntad. Así la reina Medb de Connacht y su esposo Ailill reciben con tres días de fiesta a miembros de los Sidhe que van a solicitarles consejo, al igual que los Sidhe reciben a los Fianna cuando buscan su apoyo en batallas que se desarrollan en el Mundo Invisible.
Por mucho que se coma, se beba y se pelee, el banquete celta, tal y como lo hemos recibido en las narraciones, está siempre envuelto de esa dimensión mágica. Se describen, por ejemplo, animales que soportan infinitos banquetes, pues tienen el privilegio de renacer para volver a ser sacrificados cuantas veces sean necesarias. Así como se nos relata en “La búsqueda de los hijos de Turenn”, son los cerdos de Asal, rey de los Pilares Dorados, “aunque se les mate al atardecer, al día siguiente se les encuentra vivos y curan al enfermo y nunca merman. (“The Quest of the Children of Turenn”: O’ Faoláin, 10).) Los invitados a las fiestas de Goibnius beberán una cerveza inmortal que los librará de la enfermedad y la vejez, y quienes escuchen la música de Cas Corach, el músico de los Fianna, tendrán, según el propio San Patricio declara en el Coloquio de los Ancianos, amistad con el Rey de Cielos y Tierra. (Dooley and Roe: 104.)
Numerosos relatos dan comienzo además en la fiesta de Samhaín, demostrando así la importancia de esta fecha, que establece una conexión con lo divino, lo desconocido, lo mágico. No en vano con frecuencia el mundo invisible celta es descrito como un lugar de tesoros en el que se escucha música mientras se bebe el mejor de los vinos. “Riquezas, tesoros de todos los colores han sido hallados en Cíuin , ¿no es así? Escuchar dulce música y beber el mejor de los vinos.” (Jackson: 174.)
Ahondando en la simbología de la fiesta concebida como paso entre los dos mundos, vemos al banquete estrechamente conectado con el destino del guerrero, dentro de la idea de la renovación continua de las cosas. Así aparece en el relato titulado “The Destruction of Da Derga’s Hostel”, (Ciclo de los Reyes-Ulster) que describe la muerte del joven rey Conare durante la celebración de Samhain. Uno a uno el rey va rompiendo sus “geasa” –o tabúes asignados a su persona–, provocando su propia ruina y la de su ejército. Al final, uno de los héroes del Ulster, Conall Cernach, escapa vivo del ataque, con múltiples heridas en su brazo y mano derechos, y relata a su padre: “A muchos mi mano sirvió una libación de sangre esta noche” (Gantz:106). En los textos abunda el color de la sangre, secretamente unida al destino y al paso a la otra vida. No en vano para los celtas era deseable la muerte cruenta en la batalla y maldecida la muerte en la senectud.
Como hemos visto brevemente, el banquete en la literatura irlandesa medieval es una celebración de la vida y de la generosidad de la naturaleza, y puede convertirse en una forma de sacrificio y de paso a la otra vida. El banquete nos ha ofrecido el contexto ideal para entender el carácter celta como mezcla inseparable de alegría por la vida e inminencia de la muerte.
Obras citadas:
Gantz, Jeffrey (ed.): 1986: Early Irish Myths and Sagas. London: Penguin Classics.
Jackson, K. H. 1999: The Oldest Irish Tradition: A Window on the Iron Age. Felinfach: Llanerch Publishers.
Kinsella, T. 1982: The Táin. London, etc: O.U.P, Dublin: The Dolmen Press.
O’ Faoláin, Eileen 1986: Irish Sagas and Folk Tales. Dublin: Poolbeg Press LTD.
Rolleston, T. W. 1986: Celtic. New York: Avenel Books. (1st. edited in 1911 as Myths and Legends of the Celtic Race.)
Bibliografía recomendada:
Dooley, Ann and Harry Roe 1999: Tales of The Elders of Ireland. Oxford and New York: Oxford University Press.
Jackson, Kenneth H. 1979: A Celtic Miscellany. Harmondsworth, New York, Ringwood, Ontario, Auckland: Penguin Books.
Kinsella, Thomas. 1982: The Táin. London: Oxford University Press.
Cahill, Thomas, 1996: How the Irish Saved Civilization. New York and Toronto: Anchor Books.
Delaney, Frank, 1989: The Celts: Conquerors of the Twilight. London: Grafton Books.
D’Arbois de Jubainville, H. 1981: El ciclo mitológico irlandés y la mitología céltica. Barcelona: edicomunicación.
Gregory, A. 1986: Cuchulain of Muirthemne, in A Treasure of Irish Myth, Legend and Folklore. New Jersey: Gramercy Books.
__________ 2006: Gods and Fighting Men. Dublin: Nonsuch P.L.
Green, Miranda 1997: Dictionary of Celtic Myth and Legend. London: Thames and Hudson Ltd.
HUBERT, Henri, Los celtas y la civilización céltica. Akal, Madrid, 1988.
Sainero Sánchez, Ramón, 1985: Leyendas celtas en la literatura irlandesa. Madrid: Akal.
Nota:
Dra. Celia Ruiz Fuente.
Valladolid.
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martes, 7 de junio de 2011
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