CON CARIÑO, para los "más pequeños" de la casa y, por supuesto, también para los "no tan pequeños", un paradisíaco paraje de luz, agua y hojas verdes.
Aquel domingo por la mañana, los habitantes del bosque encantado se vistieron de gala para recibir a un invitado especial: el unicornio de largas crines blancas y bello cuerno en espiral. Aunque a él no le gustaba dejarse ver a plena luz del día, esta vez sí lo hizo; el unicornio cambió su noche estrellada de luna llena por un sol que le miraba y sonreía.
Quería hacer felices a todos los seres del bosque; la mayoría de ellos dormían cada vez que él aparecía en medio de la noche para beber el agua del arroyo mágico y comer el fruto del árbol eterno. Muchos de los habitantes de aquel lugar maravilloso nunca lo habían visto aparecer y por eso no creían a los que les contaban que lo habían visto. Todo comenzó cuando, un día, una de las hadas del bosque tuvo una magnífica idea: vamos a organizar una fiesta por la mañana, cuando el sol despierte de su sueño nocturno y nos de los buenos días; le dijo el hada alegremente a los pajaritos que la escuchaban con mucho interés desde las ramas y los nidos: "Vamos a invitar como anfitrión al unicornio mágico para que así todos podamos verlo y se divierta con nosotros en la fiesta que en su nombre va a organizar la naturaleza"; le dijo esta vez a los árboles, el aire y las mariposas de colores que en grupos numerosos aplaudían emocionadas abriendo y cerrando sus alas". "¡Bravo!, ¡bravo!", gritaron todos los habitantes del bosque al unísono, "al fin vamos a ver al hermoso unicornio blanco".
El gran día había llegado, el bosque se había convertido en una fiesta gigante; las ramas de los árboles lucían sus hojas más verdes y bonitas, el agua del arroyo cantó su canción más melodiosa, las flores se vistieron con cálidos tonos brillantes y el cielo les regaló feliz un azul intenso. De repente, en medio de un rayo de luz que se filtró por entre la arboleda, apareció el unicornio como un héroe salido de un cuento imaginario. "¡Aquí estoy, amiguitos!", les dijo a todos los habitantes del bosque que, unidos en corro, lo miraban boquiabiertos. Allí estaban, entre otros, las hadas, las mariposas y también los duendes con sus nombres ancestrales. Todos, absolutamente todos, contemplaron maravillados la aparición del mágico unicornio blanco cuya figura se reflejaba en las tranquilas y cristalinas aguas del arroyo. "He venido para que vean que existo", dijo orgulloso el unicornio mientras era observado con simpatía y admiración inmensas.
Desde aquel preciso momento, el unicornio mágico se quedó a vivir para siempre en el bosque encantado, junto a sus felices y fascinados amiguitos. Al unicornio ya no solo se le veía pasear entre los árboles en las hermosas noches de luna llena sino que también él mismo aparecía acompañando a la suave brisa en los días de sol radiante y esto, para orgullo de todos los habitantes de aquel paradisíaco paraje de luz, agua y hojas verdes.
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martes, 5 de julio de 2011
Paradisíaco paraje
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