Según la leyenda popular, los espíritus de aquella familia asesinada todavía penan hoy en día, en busca de venganza, entre los muros de la casona –conocida desde hace años como Casa Matusita–, moviendo los pocos objetos que en ella se encuentran de forma violenta, emitiendo terribles gritos en mitad de la noche, dejando ver formas fantasmagóricas pasando de un lado a otro de las ventanas, encendiendo y apagando luces a pesar de que no hay electricidad… y un largo etcétera.
Incluso cuentan, y así pudo confirmarse en varias ocasiones, que la «energía» que hay allí es capaz de atacar sin miramientos a todo aquel que se atreve a adentrarse en sus habitaciones. «En la primera planta habitan fuerzas endemoniadas. Cuando estás ahí te maltratan, te golpean, te empujan, te tiran del pelo, te hieren, te lanzan cosas… Todas las personas que han subido a la casa Matusita han sufrido agresiones misteriosas, y nadie soporta estar allí ni cinco minutos. Entiende que no pueda dejarte pasar, pero así evito problemas mayores», me explicó uno de los vecinos.
Cierta vez, un sacerdote quiso bendecir la casa, pero como nadie estaba dispuesto a acompañarle al interior del inmueble, realizó el ritual desde la calle. Nada más comenzar, empezaron a escupirle desde arriba, sin que se viera a nadie, ya que además la casa estaba cerrada con llave. La saliva era espumosa y verde. El sacerdote huyó de allí despavorido, y tuvo que recibir tratamiento psicológico. Muy conocido es también el caso del presentador de radio y televisión peruano Humberto Vílchez Vera quien, participando en un concurso televisivo de desafíos, tuvo como prueba pasar una noche entera en el interior de la «casa maldita».
Según los rumores, convertidos hoy en leyenda, tras dos horas totalmente solo en el edificio y armado con su cámara de vídeo, Vílchez salió enloquecido, gritando y echando espuma por la boca. En la grabación de vídeo que se asegura posee la cadena televisiva, se veía a Humberto gritar que no podía más, que estaba viendo espíritus y demonios, mientras diversas sombras etéreas pasaban por delante del objetivo.
Se oían también otras voces, a la vez que la suya, que proferían gritos horribles, gritos de hombres y mujeres, sobrenaturales, tenebrosos, tan anormales que no parecían humanos. A la vez se podían percibir ruidos, golpes y cosas que se rompían. Aquellas escenas jamás fueron emitidas y aún se custodian en la cadena de televisión.
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lunes, 7 de marzo de 2011
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