Tutankamón reinó entre los años 1333 y 1323 antes de nuestra era. Es considerado un faraón “puente”, ya que sirvió de bisagra entre dos períodos importantes de la historia de Egipto: la época de Amarna, en la que Amenofis IV (Akenatón, el Faraón Hereje) cambió el panteón politeísta que se veneraba hasta entonces por uno monoteísta dedicado al disco solar Atón, y la restitución teológica que se produjo después de esa revolución, ya a finales de la Dinastía XVIII. Todo parece indicar que Tutankamón, que accedió al poder con apenas 10 años de edad, fue una marioneta sometida a los intereses de los sacerdotes del poderoso clero de Amón, que intentaban recuperar sus antiguas prebendas. Pero la fastuosidad del tesoro encontrado en su pequeña tumba del Valle de los Reyes de Luxor el 4 de noviembre de 1922 por el arqueólogo Howard Carter y su mecenas, Lord Carnarvon, lo ha convertido en un icono de la egiptología. ¿Por qué un faraón apenas importante en la historia de Egipto es casi idolatrado en la actualidad por millones de personas? Podríamos responder a esta pregunta empleando el argumento de la riqueza de su tesoro. Sin embargo, tiene que haber algo más, ya que esa respuesta no parece satisfacer a todos los que se interesan por los misterios que rodean a su extraña figura. Quizá sea ahí donde nace su colosal historia y todas las preguntas que aún quedan por responder. Aquí proponemos siete.
Origen incierto: 1 ¿Quién fue el Faraón Niño?La época de Amarna, protagonizada por el faraón Amenofis IV (Akenatón), es para los estudiosos una de las más singulares de la historia de Egipto. Los diecisiete años de reinado del herético soberano están repletos de lagunas. ¿Cómo y cuándo accedió al trono? ¿Por qué cambió repentinamente de dios? ¿Persiguió el culto a Amón, tal y como se ha dicho? ¿Qué fue de él y de su bella esposa Nefertiti? ¿Por qué esta reina desapareció del escenario amarniano de forma tan repentina? Y entre esas preguntas están, por supuesto, las que atañen a Tutankamón. Una investigación reciente ha retomado la idea de que Tutankamón era hijo de Amenofis IV. Su nacimiento debió de producirse hacia el año 1340. La túnica de color púrpura colocada sobre la figura del dios Anubis descubierto en la Cámara del Tesoro de su tumba lleva marcado el año siete del reinado de Akenatón. Este tipo de tejidos eran empleados para envolver al niño en ceremonias infantiles, aunque no sabemos a ciencia exacta dónde nació. Hay tres posibilidades: Menfis, la capital tradicional de Egipto; Tebas, la ciudad que había sido capital del país hasta la llegada de Akenatón, y la propia ciudad de Aketatón (hoy Tell el-Amarna), la nueva capital de la revolución herética. Su nombre de nacimiento fue Tutankatón,
“la imagen viviente de Atón”, apelativo que cambió cuando llegó al trono por el de Tutankamón, “la imagen viviente de Amón”, retomando así la tradición del dios de Tebas. Pero ¿quiénes fueron sus padres? Aunque no hay pruebas directas, todo parece señalar a que Tutankamón era hijo de Akenatón. Precisamente en las ruinas de la ciudad de Aketatón, un equipo de arqueólogos alemanes descubrió en 1929 una inscripción referida a Tutankamón en la que se podía leer lo siguiente: “El hijo del rey, nacido de su cuerpo, Tutankatón”. ¿Quiere decir este texto que Tutankamón nació en Aketatón y que su padre fue el Faraón Hereje? La respuesta podría ser un cauteloso sí. El bloque en el que apareció la inscripción fue encontrado en el templo de Atón, en Amarna, lo que lo vincula ineludiblemente con Akenatón. Más dudas plantea saber quién fue la madre del Faraón Niño. Parece descartado que Nefertiti tuviera algo que ver, ya que las representaciones de la esposa principal de Akenatón solo muestran escenas en las que la familia real aparece con alguna de sus seis hijas. Debió de ser entonces una esposa secundaria, y todas las pruebas parecen señalar a Kiya. Pero, ahondando aún más en el pozo del misterio, tampoco sabemos quién fue esta extraña mujer. Hay quien ha apuntado que se trataba de una de las esposas del país de Mitanni que fueron entregadas a Amenofis III y que en vez de casarse con este faraón lo hizo con su hijo Akenatón. Pero, llegados a este punto, encontramos un denso velo que hace zozobrar todas las hipótesis sobre el origen de Tutankamón porque, aunque Kiya fuera su madre, no sabemos en realidad quién fue Kiya.
La clave, en el ADN:¿Conocemos las momias de sus padres?
Al margen de que conozcamos o no la identidad de los padres de Tutankamón, sí contamos con varias momias reales que podrían encajar como progenitores de este faraón. El primer lugar que tenemos que pisar en nuestra particular búsqueda es la tumba KV55 del Valle de los Reyes, situada a pocos metros frente a la de Tutankamón (KV62). Este sepulcro, uno de los más enigmáticos de la necrópolis real, fue descubierto en 1907 por el arqueólogo Edward Rusell Ayrton, que trabajaba para el excéntrico abogado millonario americano Theodore Davis. La tumba contiene un pasadizo descendente que conduce a una habitación que tiene una pequeña cámara lateral. En la estancia principal de la tumba los arqueólogos se toparon con un hallazgo desconcertante. En un ataúd de madera cubierto de oro, del que se habían arrancado todos los cartuchos con el nombre de su dueño, apareció una momia. La máscara que decoraba el rostro también había sido arrancada, lo que imposibilitaba la reconstrucción de los rasgos de su propietario. En un principio se pensó que se trataba de una mujer. Davis cayó en el error debido al precipitado análisis de un forense y a que muchos de los objetos que había depositados alrededor pertenecían a la reina Tiyi, esposa de Amenofis III y madre de Akenatón. La momia se encontraba en muy mal estado, aunque todavía eran visibles los rasgos del rostro. Sin embargo, el escaso cuidado que se puso en su estudio y en su conservación provocó que perdiera para siempre los tejidos, lo que en pocos días la convirtió en un esqueleto. Desgraciadamente, en la actualidad solamente se conservan los huesos de este importante hallazgo. Y a partir de ellos las investigaciones más recientes han sido concluyentes: pertenecen a un hombre de unos 40 años, seguramente el mismísimo Akenatón.
Hay una serie de indicios que refuerzan esta posibilidad. El ataúd pudo haber sido trasladado por Tutankamón desde la tumba real de Amarna en la que se encontraba después de que los perseguidores de Atón y restauradores del culto a Amón arrancaran del féretro el rostro y el nombre del Faraón Hereje. Pero hay más. Según una reciente investigación, el escáner de esta momia indica de forma rotunda que se trata de un pariente cercano a Tutankamón. La cefalometría (medición del cráneo) indica que posiblemente podría ser su padre. ¿Es la momia de la KV55 el cuerpo de Akenatón? Hoy todos los egiptólogos lo creen así. La pelvis que en principio hizo creer a los médicos que se trataba de una mujer (la reina Tiyi) encaja con la iconografía relativa al Faraón Hereje, siempre representado con caderas anchas. Por si fuera poco, en la tumba aparecieron objetos pertenecientes a la reina Kiya, como unos vasos canopos de alabastro que estaban destinados a recoger las vísceras de su momia. Sin embargo, en la KV55 solamente había un cuerpo. Hay que cruzar el valle para encontrar el de Kiya. En 1898 el arqueólogo francés Victor Loret descubrió la tumba de Amenofis II en el Valle de los Reyes. Su sorpresa fue mayúscula cuando se percató de que, además de la cámara principal con el sarcófago y la momia del rey, el sepulcro tenía dos anexos con varios grupos de momias reales. Se trataba de un escondite hecho en fecha posterior para proteger a los reyes y a sus familiares de los saqueos de tumbas a los que se veía abocada la necrópolis. En uno de los anexos, la cámara C, había tres momias, pero no figuraba nombre alguno que ayudara a identificarlas. Correspondían a una mujer anciana, un joven príncipe y una mujer joven. Las medidas del cráneo de esta última, cuya identidad se atribuyó en principio a Nefertiti, encajan a la perfección con lo que podríamos esperar de la madre de Tutankamón. ¿Se trata de la reina Kiya? En ambos casos, el de la momia de la KV55 y el de la mujer joven de la KV35, la respuesta al misterio solamente podrá darla el análisis de ADN.
Problemas sucesorios: ¿Tuvo hijos?
El final de la XVIII Dinastía presenta varios problemas sucesorios. Tras la muerte de Tutankamón, le sucedió en el trono de Egipto Ay, un extraño personaje, quizá el padre de Nefertiti, que, tras casarse con la viuda del Faraón Niño, Ankhesenamón,
reinó durante cuatro años. Después el cetro fue liderado por Horemheb, jefe de los ejércitos, bajo cuyas órdenes se debieron de trazar los planes para desalojar del poder a Akenatón. Estos problemas sobre la sucesión del faraón se produjeron porque Tutankamón no tuvo descendencia conocida. No obstante, en la Cámara del Tesoro de su tumba el arqueólogo Howard Carter encontró, junto a la capilla que contenía las vísceras del faraón, una caja en cuyo interior había dos pequeños ataúdes con sendas momias de fetos. ¿Eran los hijos de Tutankamón y su joven esposa Ankhesenamón o simples ofrendas depositadas allí por razones desconocidas?. En la documentación de la época no se menciona que el Faraón Niño tuviera descendencia. Ni siquiera en la propia tumba se hace referencia alguna a esta posibilidad, como tampoco se indica en parte alguna la identidad de los misteriosos fetos. Los ataúdes medían 48 y 58 cm de largo y ambos contenían otros dos más pequeños, tan bien encajados como si se tratara de muñecas rusas. Las momias que ocupaban su interior siempre han sido un enigma para los científicos. El primer estudio de estas momias fue realizado por el médico forense Douglas E. Derry a finales de la década de 1920. El primer feto, que conservaba aún parte del cordón umbilical, no había sido momificado. Era el cuerpo de una niña de unos cinco meses de gestación que medía 25 cm. El segundo, mejor conservado que el primero, también correspondía a una niña, esta de 36 cm, que había fallecido entre el octavo y el noveno mes de embarazo. En este caso sí había indicios de momificación. En la zona abdominal había una incisión de casi 2 cm cubierta por una capa de resina. Por su parte, el cuerpo contenía un fajo de lino impregnado en sal para que desecara el interior. Además, las radiografías demostraron que en la cabeza había otro fajo de lino similar que había sido introducido por la nariz. Las investigaciones más recientes indican que la momia de más edad tiene el mismo grupo sanguíneo que Tutankamón, lo que podría indicar, aunque no necesariamente, que se trata de una hija del Faraón Niño. ¿Fueron hijas de Tutankamón? En algunas representaciones de la pareja real se ha querido ver a los soberanos posando junto a lo que parecen ser sus hijos. Esto sucede en la tapa de una conocida caja de marfil. Pero, si tuvieron hijos sanos, ¿qué fue de ellos?
Enigma resuelto ¿Cómo murió?
Desde que se hicieron los primeros análisis de la momia de Tutankamón en la segunda mitad de la década de 1920, la teoría del asesinato para justificar la temprana muerte del Faraón Niño ha estado a la orden del día. Recordemos que ascendió al trono con apenas 10 años y que falleció poco antes de los 20. Cuando la momia se volvió a estudiar en la década de 1960, la teoría de la conspiración tomó nuevos bríos. La razón era simple: en las radiografías del cráneo aparecía un pequeño hueso en la parte occipital, seguramente procedente de algún desprendimiento, producto de un golpe producido en esa zona de la cabeza antes de morir. La pregunta era obvia: ¿fue asesinado Tutankamón? Pero no todos los médicos que han analizado las radiografías son partidarios de la hipótesis del asesinato. El doctor Robert Connoly, que estudió el caso hace más de cuatro décadas, señaló en su momento: “La radiografía del cráneo de Tutankamón es absolutamente normal”. Una opinión compartida por el doctor Nasry Iskander, encargado hasta hace pocos años de las momias reales del Museo de El Cairo. “No tenemos que dejar de lado los increíbles problemas que surgieron a la hora de extraer el cuerpo del rey de su ataúd de oro. Cualquier movimiento brusco del cráneo pudo haber ocasionado el desprendimiento de más de un fragmento. Además, la propia iconografía del faraón señala claramente que ya en vida debió de tener más de un problema de salud”, explica Iskander. Iskander se refiere a las representaciones de Tutankamón tirando con arco sentado y caminando con un bastón, así como a la presencia en su tumba de bastones con señales de haber sido usados en vida, seguramente, por el Faraón Niño. Parecía que algo no iba bien con la salud del joven rey. Finalmente, la controversia sobre la muerte de Tutankamón se diluyó a principios del año 2005, cuando por fin se realizó un escáner a la momia. Los resultados de la tomografía axial computerizada (TAC) corroboraron lo que Connoly e Iskander habían señalado a contracorriente durante décadas: el Faraón Niño no había recibido ningún golpe en la cabeza. Su muerte, por el contrario, se debió a la infección de una herida de la rodilla izquierda, producto, posiblemente, de una caída. Lo que nunca sabremos es qué fue lo que causó esa caída. La respuesta que se argumentó después de los análisis en relación a una supuesta caída desde un carro mientras cazaba en el desierto es tan especulativa que, por definición, ha de ser rechazada de inmediato.
Saqueos y extravíos ¿Qué piezas de la tumba se perdieron?
El trabajo de campo realizado por Howard Carter y su equipo de científicos en la KV62 fue realmente extraordinario. Aun así, se puede hablar de algunas lagunas debidas no tanto a la impericia de los arqueólogos cuanto a la época en la que se produjo el hallazgo, en la que los medios eran escasos y las fórmulas para obtener información mucho más reducidas que las actuales. Quizá encontramos el ejemplo más dramático de esto último en la propia momia del faraón, que fue muy mal tratada. Literalmente, la cabeza fue separada del cuerpo para extraer la máscara. Incluso, siguiendo los métodos de la época, el estudio forense fue realizado con lo que hoy sería un protocolo totalmente erróneo. Por ejemplo, para ver la dentadura la mandíbula inferior fue cortada y vuelta a pegar con resina. Además, el esternón desapareció del cuerpo y, aunque en esto no tenga nada que ver el equipo de Carter, en el período posterior a la II Guerra Mundial alguien entró en la tumba y se llevó los collares que aún había pegados a la momia. En relación a las piezas que se pudieron “extraviar” de la tumba, aunque los actuales condes de Carnarvon
cuyo bisabuelo fue el mentor de la excavación, defienden la honestidad de Carter y Carnarvon, la verdad es que hay objetos en algunos museos europeos y estadounidenses que indudablemente proceden de la KV62. ¿Cómo salieron de ella y aparecieron en las colecciones del Louvre (París, Francia) o del Metropolitan (Nueva York, EE.UU.)? Nunca lo sabremos, pero están ahí. Quizá el más claro es un ushebti (una figura funeraria) que hoy se conserva en el Louvre. El museo se lo compró al médico privado de Carter. Por su parte, en el Metropolitan hay una anillo de oro con el nombre de Tutankamón, regalo de Lord Carnarvon al director del museo por acceder a que sus científicos formaran parte del equipo de excavación de la tumba. Hay otras piezas, como la famosa cabeza de Tutankamón niño saliendo de una flor de loto, que, sencillamente, no se sabe dónde aparecieron. De esta pieza Carter dijo que estaba en la antecámara de la tumba, aunque en su libro no especifica dónde. Lo mismo sucede con una pequeña cajita de oro para guardar ungüentos, supuestamente aparecida en la Cámara del Tesoro pero que Alan Gardiner, filólogo del equipo de Carter, ya había visto en la mesa de trabajo del arqueólogo meses antes de que se abriera ese recinto.
Anécdotas y realidades ¿Conocía Carter la ubicación del sepulcro?
Cuando el arqueólogo británico descubrió el primer peldaño de la tumba el 4 de noviembre de 1922 culminaba una búsqueda de casi dos décadas. Debido a su vínculo con el Faraón Hereje, Tutankamón había desaparecido de las listas reales oficiales y sus representaciones en templos y relieves habían sido eliminadas por los reyes que le sucedieron. La primera vez que aparece su nombre en el Valle de los Reyes es en la campaña 1905/06. Rusell Ayrton descubrió un vaso de fayenza con el nombre del misterioso rey. Poco después, el mencionado Theodore Davis encontró un pozo (KV57) en la loma sureste que se abre frente a la tumba de Tutankamón que contenía restos de material empleado en su funeral, como diversas vasijas, collares de flores y restos de natrón. Dos años más tarde, en 1909, Davis volvió a toparse con el nombre de Tutankamón en el valle. A pocos metros de una nueva tumba, la KV62, se encontró otro pozo, denominado KV58. No era más que un acceso a una modesta habitación, pero entre los restos hallados en ella había láminas de oro con los nombres de Tutankamón y de su sucesor en el trono, Ay. Este hecho hizo pensar a Davis que había descubierto la tumba saqueada del Faraón Niño en el Valle de los Reyes. Sin embargo, Howard Carter no estaba convencido. Carnavon y Carter habían tenido en sus manos el permiso de excavación de la necrópolis y, según este, la KV58 no era una tumba real, sino, posiblemente, un escondite saqueado que había sido utilizado para guardar objetos procedentes de la tumba de Ay, con toda seguridad su momia y algunos carros, de los que procedían las misteriosas láminas de oro con los nombres mencionados. La tumba de Tutankamón –pensó Carter– debía de estar en otro lugar del valle, quizá muy cerca de allí. Y no se equivocó. A pocos metros, frente a la tumba de Ramsés VI, estaba la escalera de 16 peldaños excavados en la roca que conducían a la tumba. Seguramente Carter ya conocía su ubicación exacta, porque, de lo contrario, ¿qué sentido tenía que pasara meses construyendo un muro de contención para proteger la entrada, marcando el perfil de acceso con sospechosa precisión?
EL NIÑO AGUADOR: Un invento de CarterLa historia del niño aguador que se topó con el primer escalón que conduce a la tumba de Tutankamón es una fábula nacida de la imaginación de Carter durante una de las conferencias que dio en Estados Unidos. Transcrita por un periodista, fue copiada hasta la saciedad por todo el mundo hasta hoy. Sin embargo, en ninguna línea de los diarios del arqueólogo, ni en su obra de tres volúmenes sobre el descubrimiento de la tumba se menciona tal anécdota.
El ostracon indescifrable ¿Qué habría continuado excavando Carter en el Valle de los Reyes?
Nadie puede negar que Howard Carter era la persona que mejor conocía cada palmo del Valle de los Reyes. Había vivido allí durante casi cuatro décadas y en ese tiempo había tenido la oportunidad de explorar cada recoveco de la necrópolis. Frenado por el trabajo en la tumba de Tutankamón, Carter no pudo seguir adelante con sus cometidos en el valle. Trabajando para Davis, en 1905 encontró la joya que anhelaría cualquier arqueólogo: un texto encriptado con la posición de algunas tumbas de época ramésida (Dinastía XIX), todas ellas desconocidas. El texto inscrito en la lasca de piedra (ostracon) no fue publicado hasta setenta años después, y hoy
se conserva en el Museo de El Cairo. En él se habla de la tumba de la reina Isisnofret, seguramente la esposa secundaria de Ramsés II, cuya tumba estaba cerca de la de su esposo, catalogada como KV7. El texto del ostracon es tan ambiguo que hasta hoy nadie ha sido capaz de dar con la clave que descifre su contenido. En los últimos años, el doctor Zahi Hawass ha querido seguir los pasos de Carter, intentando retroceder en el tiempo hasta la década de 1920. Esta es la razón por la que en la actualidad todo el suelo del valle está levantado hasta el lecho rocoso original y han salido a la superficie todas las cabañas de antiguos trabajadores de época faraónica que ya descubriera Carter poco antes de dar con la tumba de Tutankamón. El propio Hawass ha insinuado en varias ocasiones que ha encontrado tumbas nuevas en Biban el Moluk (el Valle de los Reyes), entre ellas la de Ramsés VIII, pero hasta ahora nada ha trascendido.
Revista Mas Allá nº245
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