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sábado, 20 de abril de 2013

Leyenda de Cantabria, las hadas traviesas valle de Cantabria llamado Aras

 Cuenta la leyenda que las hadas traviesas vivían en un hermoso valle de Cantabria llamado Aras.

Leyenda de Cantabria, las hadas traviesas


Eran unas muchachas muy alegres y divertidas que convivían con los montañeses y se encargaban de cuidar las cosechas y las fuentes.

Los habitantes del valle, agradecidos por el trabajo que realizaban les ofrecían a cambio, miel, y dulces que dejaban en las ventanas de sus casas.

Los niños del Valle de Aras querían muchísimo a las hadas. Las adoraban y la defendían siempre.


Les gustaba jugar con ellas a escondidas de sus padres. Y los mayores se enfadaban porque las hadas no les enseñaban cosas buenas…

Un día el herrero del pueblo se presentó muy dolorido ante el alcalde.

-¡Señor alcalde!- dijo el herrero frotándose la cabeza.- ¡Mire el chichón que me ha salido por culpa de las hadas traviesas!

Y es que las hadas habían estado jugando con el hijo del herrero y le habían regalado una varita mágica.

Al niño no se le había ocurrido otra cosa que convertir el zapato derecho de su padre en un perro y al zapato izquierdo en un gato…

Ambos animales se habían peleado por lo que el herrero había perdido el equilibrio y al caer se había dado contra una mesa.

-¡Ja, ja, ja! ¡Qué traviesas son estas hadas!- dijo el alcalde estallando en carcajadas.

El herrero muy enfadado preguntó al alcalde:

-¿Es qué no las va a castigar?

-¡Ay! ¡Si pudiera, sí que lo haría!- dijo el alcalde dejando de reír. Pero… ¡A ver quién es capaz de cogerlas!

-¡Pues es muy fácil!- replicó el herrero-. ¡Déjelas sin dulces durante unos días y ya veremos lo que ocurre!

Al día siguiente el alcalde mandó al pregonero que dijera esto en la plaza del pueblo:

                        De parte del señor alcalde,
                        se hace saber,
                        que se prohíbe
                        dar dulces a las hadas traviesas
                        durante el período
                        de dos semanas.

Don Albino era el nuevo párroco. Hacía poco que había llegado al pueblo. Tenía por costumbre hacerse una jarra de chocolate todos los días para merendar.

Para tomársela, antes la sacaba a la ventana para dejarla enfriar.

La casa del párroco estaba un poco alejada del pueblo y muy cerca de la cueva donde vivían las hadas traviesas.

Así que las pobres hadas lo pasaban realmente mal todas las tardes cuando el aroma dulce del chocolate penetraba en la cueva.

Llevaban días sin comer dulces…

Una de las tardes, no pudieron aguantar más y aprovechando un descuido de Don Albino cogieron la jarra de chocolate y se la bebieron entera.

Cuando el párroco acudió a la ventana y vio la jarra vacía ya se imaginó lo que había ocurrido. Muy enfadado por haberse quedado sin merienda decidió acudir a casa del alcalde.

-¡Ordene que nadie dé comida a las hadas nunca más! – le dijo al alcalde.

-Pero… ¡Don Albino! Tampoco me parece muy justo lo que usted está pidiendo…Son traviesas pero no tienen maldad alguna.

-¡Hay que castigarlas por lo que han hecho para que se vayan lejos del valle!- Sentenció el párroco.

-Mire, Don Albino. Las hadas llevan viviendo entre nosotros mucho tiempo. Se encargan de cuidar las cosechas de los campesinos y las fuentes. Si las echáramos de aquí correrían muchos peligros.

-¡Ya las cuidaré yo!- dijo Don Albino muy enfadado.

Al día siguiente el alcalde mandó anunciar otro pregón en la plaza.

                         De parte del señor alcalde,
                         se hace saber,
                         que a las hadas
                         nunca jamás
                         se les dará
                         de comer.

Los niños fueron los más afectados por esta orden del alcalde. Las hadas eran sus amigas y no soportaban verlas sufrir y pasar hambre.

Así que todos comenzaron a apartar de sus almuerzos y meriendas migajas, trozos de chocolate, bollos, queso, membrillo…

Y por la noche, cuando los mayores dormían, se acercaban silenciosamente a la cueva de las hadas y les dejaban en la entrada todo lo que habían recogido durante el día.

Y nadie sabe como ocurrió pero Don Albino se enteró de lo que estaban haciendo todos los niños del pueblo. Así que, muy enfadado, volvió a visitar al alcalde.

Tampoco saben cuáles fueron sus palabras para que el alcalde mandara publicar otro pregón, esta vez muy problemático.

                        De parte del señor párroco,
                        el señor alcalde ordena
                        que, a partir de esta tarde,
                        los niños se queden
                        sin merienda.

Y esta vez, las hadas traviesas, se sintieron muy molestas y tristes, porque por su culpa, habían castigado también a sus amigos, los niños.

Reunidas todas en la cueva decidieron por unanimidad pedir ayuda a sus amigos los nuberus.

Leyenda de Cantabria, las hadas traviesas


Los nuberus eran unos personajes que controlaban el tiempo.

Se divertían arruinando cosechas, lanzando rayos a los animales y provocando granizo.

Así que, desde aquel mismo día, un nuberu montado sobre una nube siempre seguía los pasos de Don Albino. Cuando menos se lo esperaba este hombre, el personajillo lo empapaba de agua.

-No entiendo por qué cuando voy al lado de alguien a mí siempre me llueve y la otra persona se queda completamente seca…- dijo muy fastidiado Don Albino.

-Para mí esto es solo cosa provocada por las hadas, señor párroco- le dijo el alcalde con una sonrisa en sus labios.- ¿Por qué no deja que las hadas vuelvan a comer dulces? ¡Yo creo que es la única manera de que se les vaya el enfado!

-¡Jamás, jamás! De eso nada.- Gritó Don Albino.

Y desde aquél día, el párroco se acercaba todas las noches a la entrada de la cueva para impedir a los niños que dejaran sus alimentos a las hadas.

Y las hadas, cada vez más enfadadas, decidieron declararle la guerra a Don Albino el día de la matanza. Muy divertidas hicieron que los cuchillos volaran por los aires.

Pretendían dejar sin carne, chorizos, morcillas, jamón y tocino al párroco.

Don Albino consiguió que le dejaran otros cuchillos para realizar la matanza, pero mientras daba misa, las hadas muy divertidas, le robaron toda la comida que tenía en su despensa y colgaron en su lugar las sotanas, zapatos y enaguas del párroco.

Don Albino se enfureció mucho cuando llegó a su casa y vio que le había desaparecido la comida.

Pero aún se enfadó más, cuando a los días de ocurrir esto, un vecino del pueblo le dijo que había visto a una de las hadas beber de una fuente y que estaba muy gordita.

Sin duda había sido por el atracón que se habían dado a costa de la despensa de Don Albino. Así que este hombre muy, muy enfadado planificó su estrategia final…

Ayudado por otro montañés amigo suyo, Don Albino se presentó en la entrada de la cueva de las hadas para intentar terminar de una vez con ellas.

Llevaban un carro lleno de leña seca. La apilaron en la entrada y sin pensar nada más, prendieron fuego a las ramas.

Los montañeses estuvieron viendo arder la cueva durante toda la noche sin ser capaces ninguno de acudir a ayudar a las hadas.

Los niños no pudieron dormir. Lloraban desconsolados pensando que no volverían a ver a sus amigas.

Pero a la mañana siguiente…

De pronto se escuchó un grito desgarrador que procedía de la casa del párroco. Cuando todos acudieron vieron que las ventanas y puertas estaban tapadas con leña seca…

-¡Socorro! ¡Sacadme de aquí!- Gritaba horrorizado Don Albino.

El párroco estaba completamente seguro que las hadas se iban a vengar de la misma forma que él había intentado terminar con ellas.

Pero no lo hicieron. Las hadas eran solo juguetonas y nada vengativas. Solo quisieron dar un susto al  hombre que las había intentado matar de hambre o de asfixia.

El caso es que al párroco no le ocurrió nada más que el susto.

Esto le hizo recapacitar y desde aquel día dejó a las hadas que volvieran a comer dulces, chocolate, miel y membrillo.

Cuenta la leyenda que las hadas siguen correteando a sus anchas por el Valle de Aras…

Publicado por Marian Ramos
http://www.elcaminodemarian.com/



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